martes, 9 de diciembre de 2014

La residencia (XXIV): Abismo



Nació del vientre de la tierra, porque fue imposible que algún otro vientre tuviese la tranquilidad para germinar, albergar y parir tan monumental desgracia. La noticia se propagó. Pronto no hubo animal que no temiera cruzarse en su camino. Las especies más pequeñas —siempre vulnerables—decidieron dejar el territorio y desaparecer. La vida, que aún tenemos, ha de ser lo más preciado, decían. Algunos animales llamaron a consejo, y aun los no muy ancianos, pero nada pendejos, votaron por unánime para que aquel adefesio se uniera a su gremio. No habría de pasar mucho tiempo para que ocupara, y escalara, puestos de mando. 

sábado, 15 de noviembre de 2014

La residencia (XXIII): Lavado bronquial


A la memoria del Dr. Francisco Fernando Girón Solórzano, expresidente de la Asociación de Médicos Escritores de Guatemala, amigo que gustaba de darse una vuelta por esta página.


El recién nacido nada sabía del Marqués de Sade o de Dante y La Divina Comedia, pues a pesar de hablarse de libertad de expresión y otras estupideces, éstas eran lecturas prohibidas en las bibliotecas celestiales. Pero, como buen humano y poseedor de ese instinto previsor de los malos tratos y los infortunios, si aquellos no hubieran existido, seguramente él los habría creado. "Desde luego, de contar con unos cuantos días más de vida", se decía al ver que el pediatra agregaba otro centímetro de solución fisiológica a su cánula endotraqueal y la pesada mano de la enfermera, armada con un monstruoso ambú, impulsaba el líquido dentro de sus pulmones. Las oleadas descendían furiosamente, arrastrando a su paso peñascos de moco. Una sensación de ahogo y explosión inevitables se apoderaban del neonato a cada segundo.
Ahora hay que aspirar escuchaba decir a una voz lejana, como la de la misma muerte, y cuando el agua amenazaba con terminar su ahogamiento, el mar se iba alejando, aspirado por una fuerza suprema. La vida volvía lastimosamente al convulso cuerpo, para principiar nuevamente dos, tres, cuatro veces... cuantas veces fuera necesario.
Los cantos de Maldoror de Lautréamont habrían sido un buen principio...


viernes, 31 de octubre de 2014

Calaverita médica


Entre médicos la Muerte
anda como por su casa,

por eso al ver a Pedraza
le dio un abrazo bien fuerte.

“¡Adónde vas con mi amigo!”,
le salió al quite Rubén.

"Si quieres venir también,
compadre vente conmigo".

Elizabeth preparaba
a sus muertitos altar,
la Muerte la fue a tentar
con lo mejor de su cava.

"No creas que por chiquita,
Diana tú te salvarás:
si la verdad no te agüita 
de un baile te pelarás". 

"Para lubricar mis huesos, 

a Óscar me llevaré,
ya luego saldo con besos
el ajuste que me dé". 

La muerte que no distingue
sexo, color, religión…
aunque uno al verla respingue
no se salva del panteón.

Ya mejor aquí le dejo
pues tengo cosas que hacer:
me voy corriendo al festejo
de una muy Flaca Mujer.



lunes, 27 de octubre de 2014

Conferencia "La historia del Alfabeto"

La Academia Mexicana de Médicos Escritores invita a la conferencia "La historia del alfabeto", a cargo el Dr. Ulises Casab el día 30 de octubre de 2014 a las 20:00 h, en el Auditorio del Sanatorio Durango, calle Durango No. 290, noveno piso, Colonia Roma, México, D. F. Entrada libre.

viernes, 10 de octubre de 2014

La residencia (XXII): El telescopio


El telescopio abrió sus grandes ojos grises y enfocó el espacio inconmensurable. Un diminuto punto centelleó a la distancia, quizá alcanzado por la luz de un sol desconocido. Lo vio moverse borrosamente, iniciar un crecimiento desesperado. Pero la imagen proyectada sobre sus retinas tenía forma y magnitud desconocidas, era una masa amorfa. Sus belfos bufaron; una capa de vaho espeso alcanzó su frente, empañando sus cristales.
—¡Chingada madre! —apretó los párpados, parpadeo diez veces, puncionó desesperadamente sus sienes, pero no conseguía corregir el enfoque.
—¿Qué dijo, doctor? —estalló a una voz.
Los ojos del telescopio se retrajeron dentro de sus cuencas. Al abrirlos, se encontró frente al médico adscrito, que lo miraba con cara de pocos amigos.
—Si quiere, vuelvo mañana para que me presente a su paciente, doctor…
—Dísculpeme, doctor…
Y el telescopio abrió sus grandes ojos grises y enfocó el espacio inmensurable de la cama 1142.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Primera sesión de la Academia Mexicana de Médicos Escritores

El día 23 de septiembre a las 20:00, en el auditorio del Sanatorio Durango, se llevó a cabo la primera sesión de la recién formada Academia Mexicana de Médicos Escritores, que preside el Dr. Federico Ortiz Quesada (México, DF, 1935), con la ponencia "La drogadicción en México", a cargo del Dr. Fernando Cano Valle. El Dr. Fernando Cano Valle (Culiacán, Sinaloa, 1942) es egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, con especialidad en Cirugía de Tórax en el Hospital General de México y Neumología, maestría en Ciencias Médicas y maestría y doctorado en Bioética. Fue Director de la Facultad de Medicina de la UNAM en dos periodos que comprenden de 1983 a 1991, donde también fue profesor y director de Posgrado, entre otros puestos. La ponencia del doctor Cano Valle fue amena, pues hizo una narración "novelada" con algunos de los casos de jóvenes y adolescentes a los que trató por adicciones. Asimismo, nos habló de su experiencia en la Comisión Nacional para las Adicciones (CONADIC) y del estado actual en el manejo de las mismas. Al final, hubo vino de honor y bocadillos. 


Dr. Fernando Cano Valle



 Dr. Jaime de la Garza





martes, 23 de septiembre de 2014

La residencia (XXI): Salinoféresis


Antes que el chiquillo iniciara el viaje definitivo, el guía espiritual le habló un poco de la medicina oriental “donde los enfermos curan a base de piquetes en sitios específicos del cuerpo. La llaman acupuntura, y libra a los humanos de sus males orgánicos y psíquicos”. Pero el chiquillo pronto se olvidó del asunto y centró toda su atención en su próximo nacimiento. “Porque, pensó, después de todo, mi lugar de origen está al lado del mundo”.
Ahora, cuando la undécima aguja se clavó despiadada sobre el dorso de su mano, en busca de una vena, el neonato no supo diferenciar si el dolor era provocado por la punción del catéter o por la firmeza de la tenaza que le frustraba todo movimiento.
—Tranquilo, mocoso, ya sólo falta un recambio de 50 mililitros dijo su ejecutor entre dientes. 
El escuincle trató de gritar que él estaba más sano que un tlacuache y que no quería ser sometido a ningún tormento de medicina oriental. Pero era inútil: solo conseguía emitir un chillido incomprensible.
Maldijo en silencio cuando la duodécima aguja perforó su piel.

sábado, 20 de septiembre de 2014

La Academia Mexicana de Médicos Escritores invita a la conferencia La drogadicción en México, impartida por el Dr. Fernando Cano Valle, ex director de la Facultad de Medicina de la UNAM, el martes 23 de septiembre del presente año, a las 20:00 h, en el auditorio del Sanatorio Durango, calle Durango, número 290, 9o. piso, Colonia Roma, en México, D. F. 

jueves, 7 de agosto de 2014

La residencia (XX): La Magorila


La Magorila nació un día como quien es abandonado a su propia desgracia en la puerta de un convento o tirado en un basurero. Pasó tres noches sin entender qué sucedía, pues de nada sirvieron las clases en la escuela de neonatos celestiales: jamás entendió una sola palabra de lo que un arcángel-profesor se empeñaba en recitar; inútiles fueron los pellizcones o jalones de greñas, o demás métodos educativos instituidos por los discípulos del Marqués de Sade, y menos las puntiagudas orejas del ejemplar burro que nunca faltó como adorno del aula. Finalmente, el instructor consideró que todo intento de enseñanza era una pérdida de tiempo, y decidió mandarla a la Tierra en un parto anticipado. Y así, de la nada, de ningún óvulo fecundado por un espermatozoide, nació la Magorila: un callejón citadino fue su madre y padre. A la cuarta noche, cuando la hipoglicemia y el frío mellaban su monumental figura, tuvo un lapso de iluminación e intercambió palabras y bufidos con un par de perros callejeros que pepenaban entre los desperdicios.
—Aggghhh —dijo la Magorila—. ¿Es común que en este mundo los niños nazcan en basureros?
Los niños no contestó el mas valiente de los pepenadores, un perro flaco y huesudo, con gestos cantinflescos. Desde luego, siempre que no sean hijos de miserables.
¿Y entonces qué hago yo en este lugar?
Hermanados a las hienas, los perros soltaron la carcajada. Gruesas gotas de saliva animal salpicaron el rostro de la recién nacida, que no entendía ni puta madre.
¿Eres pendeja o te haces? se envalentonó el perro más flaco.
Y se escuchó una nueva carcajada.
Quizás eres el resultado de una relación enfermiza...
de una vaca con un gallo...
de un zorro con un asno...
de un humano con un chapulín...
o de un gorila con un oso...
Un llanto lastimero se dejó escuchar.
Pero no debes llorar la consolaron los perros, reconociendo que se habían pasado de lanza, en esta vida si no eres un bastardo posiblemente ya estás muerta; o eres solo una masa de excremento de alguien que hizo sus necesidades apresuradamente... Anda, apártate de nuestra vista, que ya bastante tiempo nos has quitado con tu absurda filosofía.
Y se alejaron, riendo con la mediocridad más propia de hienas, que de perros callejeros.

miércoles, 30 de julio de 2014

martes, 22 de julio de 2014

La residencia (XIX): Sesión académica


El profesor levantó sus ojos cadavéricos al cielo y un filosófico reproche emanó de sus pútridas entrañas. Fue una especie  de científica maldición que nadie en el presidium  trató de entender (pues era de todos sabido que el lenguaje de los hombres sabiospedus era incomprensible para el resto de los mortales). Luego dejó escapar una retahíla en la que trasportaba al susodicho erretrés desde su origen humanoide hasta la intersección prehistórica pediatrus generalus. Llevado por la ligereza incuestionable de su lengua, el profesor lo confrontó con su origen divino y extraterrestre. Pero el erretrés en cuestión hacía rato que había dejado de prestar atención a las palabras del decano; de vez en cuando, unos sonidos guturales lograban introducirse en la maraña de sus pensamientos adormilados. Hacía más de hora y media que se concentraba exclusivamente en la habilidad de aquella lengua reptiliana para decir estupideces.

viernes, 27 de junio de 2014

La residencia (XVIII): Las tijeras están en el quirófano

Se armó la revolución: la obstetra frunció el ceño, hurgó intempestivamente debajo de los campos quirúrgicos y, al borde de la histeria, volvió a preguntar:
¿Seguro que no están entre el material?
La instrumentista, ojillos de ratón hechizado, repasó mentalmente la cuenta del instrumental a su cargo. No, las tijeras no aparecían por ninguna parte.
La obstetra metió la mano a la cavidad materna, estrujó el útero, pellizcó en su prisa una tripa despistada y miró con furioso rencor al residente que la ayudaba en la cirugía.
¿Dónde demonios las dejaste, Castro?
Yo ni siquiera las agarré, doctora...chilló el residente cual osezno asustado. 
A cada segundo transcurrido, la respiración de la obstetra se hacía más difícil al interior del quirófano. Su última esperanza, los benditos rayos x, demostraron que, efectivamente, las tijeras no se encontraban en la panza de la parturienta ni se las había tragado el neonato. Por lo que se procedió a cerrar a la madre, y a no abrir al recién nacido.
A ver dónde aparecen después.


Nota de un camillero metiche: Las tijeras sí estaban en el quirófano, o al menos ahí estuvieron un buen rato, después se supo que el residente de ginecoobstetricia, supersticioso y temeroso de las brujas (la señora por operar era de San Francisco del Rincón, Guanajuato), tomó de la crilera las tijeras y, sin que nadie lo viera, las colgó con tela adhesiva detrás de la puerta. Pero también se supo que la bruja, conocedora del antídoto para alejarla de ahí, entró por la puerta de la sala contigua, las descolgó y las arrojó a un bote de basura, rompiendo el hechizo. Después, tranquila y maligna como era, se dispuso a operar. De alguna manera, el bisturí y el resto del instrumental, pero sobre todo su pericia, realizarían el trabajo.

jueves, 19 de junio de 2014

La levedad de ser gris adentro en Jeremías Marquines

La levedad de ser gris adentro en Jeremías Marquines.  Por: Ricardo Aguirre Bahena


“Pero Asclepius no para de llorar; afuera las chitapías dan brinquitos en el jardín, alguien más observa al otro lado de la calle...” (Las formas de ser gris adentro. Pag. 24.)

     I.- La crítica literaria.  Entre los capitanes, la soldadesca y el clero que vino a la Conquista de América, hubo los que destinaron algo del peso que estaban autorizados a embarcar para traer consigo a sus escritores y poetas favoritos en compactados libros. Con lo que -se intuye- la crítica literaria antecedió a los literatos.

     En lo que respecta a la poesía, la crítica floreció en la Nueva España y en Santo Domingo gracias a dos hombres venidos de España. A la isla, vino a formarse, Juan de Castellanos (1522-1607) y, a las aulas universitarias novohispanas llegó, ya hecho, Francisco Cervantes de Salazar (1513-1579). Ellos, coincidieron en el  estudio y difusión de los poetas grecolatinos, la métrica de los mismos y, en creer que el endecasílabo italianizante fue su máxima expresión.

     Del poeta griego Asclepiades, Juan de Castellanos, escribió: “...casquiveleto poeta della  nívea asclepia, d´un spondeus, dos choriambus e un pirriquius.” Es decir, poeta de lo voluble, con nombre de blancas flores (asclepias) y creador del  asclepiadeo: Dos sílabas largas (espondeo), seguidas de una sílaba larga y una breve y, una sílaba breve y una larga (coriambo), otro coriambo y dos sílabas breves finales (pirriquio).  Tocó  al catedrático Francisco Cervantes de Salazar citar un asclepiadeo  en latín (?) del poeta griego: Scriptium  longa... Ídem litter usum ego... (Escribe largo... Idénticas letras uso yo).

     II.- La inspiración.  Para el poeta Jeremías Marquines: “se debe escribir con fundamentos, con bases, no nada más por ganas, quien diga que necesita inspirarse para escribir, es un poeta mediocre” (El Pueblo; 27 nov 2001); en tanto, para Gabriel Zaid, “la inspiración es también tradición, una dependencia de los otros” (La poesía en la práctica, FCE, 1985). De hecho, Jeremías parece darle la razón, en la misma entrevista con el periódico chilpancingueño, dice: “...se tiene que conocer para escribir, y para conocer, lamentablemente hay que leer”.

     En la volición (deliberación, decisión y ejecución de un acto voluntario) desarrollada para escribir Las formas de ser gris adentro, el autor usó todos los elementos  de que disponía: Vivencias, visiones, gustos, disgustos, lecturas, relecturas...  La honestidad del poeta le lleva a citar (en el libro) a los escritores que lo “inspiraron”. Sin embargo, el papel del crítico es ir más allá, y tratar de vislumbrar otras “dependencias” del autor, implícitas o no en la obra en cuestión. O como decía José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (años antes de ser conocido por Azorín) en su obra, La crítica literaria en España (Discurso): “No hay más que una crítica: examen, observación, asociación, disociación. Y el examen –laudatorio, condenatorio- puede revestir diversas tendencias.”

     Creo, que al Deliberar y Decidir cómo quería su obra, el autor tuvo presente sus lecturas sobre: La recreación de ciudades míticas, la invención de animales fantásticos, la evocación de personajes grecolatinos, la apropiación de figuras mitológicas o históricas, la construcción de “ambientes” y los recursos estilísticos  de varios poetas y escritores -además de los confesados- en los que el autor se “inspiró” o de los que fue “dependiente”. De igual modo, al asociar y disociar el crítico tendrá presente a “sus” escritores, por lo que en la lectura de Las formas... creo encontrar a: Garcilaso, Gorostiza, Calvino, Borges, Cortazar, Machado, Alberti, Efraín Huerta, Walt Whitman y  Novalis; pero -¿¡oh, falla!?- a diferencia de Novalis que se apropio de la figura histórica de un trovador alemán del siglo XII (Enrique de Ofterdingen) y lo recreó, en la Ejecución de Las formas..., no se recreó al personaje histórico de quien se tomó el nombre de Asclepius: El poeta griego Asclepiades; tampoco se usaron metáforas en las que se incluyeran sus flores representativas (asclepias) ni mucho menos se imitó, o se intentó  al menos, un asclepiadeo.

     III.- Yo, tú, él, nosotros...  En un poema de las características de Las Formas... sirve el abordaje que hizo Michael Burton en Sobre literatura, (Seix Barral, tomo II; 1967): “Cada vez que se da un relato novelesco, entran obligatoriamente en juego las tres personas del verbo: dos personas reales, el autor que cuenta la historia... el “yo”... el lector a quien se le cuenta, el “tú”, y una persona ficticia, el héroe, aquél de quien se cuenta la historia, el él...”. Alberto Paredes en su libro Las Voces del relato (Universidad Veracruzana, 1987), cita a Burton y complementa lo anterior al escribir: “...(es sabido que los plurales ocupan un lugar minoritario). Debe ser así puesto que todo relato es la enunciación de un discurso, y ese discurso lo emite por fuerza alguna de las personas del paradigma pronominal.”

     En las formas...  Jeremías es quien canta el poema (yo) de su acompañante Asclepius (él) al oído del lector (tú). Como poeta, Jeremías propone y va más allá, cuando deja de ser él quien describe su andar con Asclepius e introduce la figura del Narratorio o Narratario (un autor “dentro” de la obra), que en Las formas... se expresa en el plural nosotros. Para quienes digan: ¡Pero esto es poesía, no es  novela ni cuento! Valen los siguientes versos de Machado: “Canto y cuento es la poesía./ Se canta una viva historia,/ contando su melodía.”

     IV.- Había una vez... un como.   Al igual que el Quijote, Las formas... inicia con una precisa y larga frase:

     “Ya mucho se dijo de la tristeza, que el amor es una espesa humedad de madera en la estación lluviosa, la oscura membrana en el ojo de los ahogados incitando al naufragio.” (Las formas...; pag 1).

     El empleo de frases largas en Las formas..., es un acierto, sobre todo en aquellas en la que es manejado con maestría el adverbio “como” al unir dos metáforas, en la que la segunda metáfora tiene función explicativa.  En Las formas... escrito está: “...su horizonte arqueado como un camaleón dormido en la osamenta de la niebla...”  Al encontrar el anterior buen ejemplo del uso del “como” en la primera página de un libro de poesía, se espera encontrarla a lo largo del mismo. Los altibajos en la lectura de este libro son consecuencia (entre otras cosas) del cómo utiliza el autor el “como”.

     V.- Placervezaratrústico.  Al analizar el primero de los cinco conceptos vertidos en Seis propuestas para el nuevo milenio (Siruela, 1990), Italo Calvino dice: “La levedad es una manera de ver el mundo fundada en la filosofía y la ciencia... es algo que se crean en la escritura, con los medios lingüísticos propios del poeta, independientemente de la doctrina del filósofo que el poeta declara profesar.” La Ejecución de toda obra requiere del uso de una técnica, y la técnica, según decir de  Sartre: “implica una filosofía”.

     La técnica seguida por  autor para escribir Las formas... fue rigurosa, y así lo confiesa en la mencionada entrevista: “todos los días escribía muy temprano, de madrugada, era una tarea que tenía que cumplir como escritor...” Rigurosa, pero no despojada de una filosofía, que en el caso, es la de un poeta hedonista, pitagórico, zoroástrico y bukowskiano, que deja sentir su explosión lingüística (otro de sus aciertos) en la construcción de frases o “nuevas” palabras (tristuras tristes; atmosferocéfalos; trisnostalgía;  apesumblandamiento...) al estilo de Joyce, Twain y José Agustín, o del Chavo del 8 (De arriba caían...); y en concordancia con  Octavio Paz, que  dijo: “No es poeta aquel  que no ha sentido la tentación de destruir o crear otro lenguaje”.

     VI.- ¿Pesadez o levedad? En el mencionado libro, Italo Calvino se declara a favor de la Levedad en la poesía, de la que dice:  “Para mí se asocia con la precisión y la determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al azar... la levedad en por lo menos tres puntos: 1) Un aligeramiento del lenguaje mediante en cual los significados son canalizados por un tejido verbal como sin peso, hasta adquirir la misma consistencia enrarecida... 2)El relato de un razonamiento o de un proceso psicológico en el que obran elementos sutiles e imperceptibles, o una descripción cualquiera que comporte un alto grado de abstracción... 3) Una imagen figurada de levedad que asuma un valor emblemático... Hay invenciones literarias que se imponen a la memoria más por sugestión verbal que por las palabras”.

     Por el contrario, Milan Kundera en su libro: La insoportable levedad del ser (Tusquets, 1984) considera que: “...el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale...”

     Independientemente del tratamiento que el poeta pretenda dar a sus metáforas (Levedad o Pesadez), deberá ser preciso, sutil y de una abstracción tan sugestiva que no permita que sus metáforas  sean de una levedad tal, que se eleven y no las logre “aterrizar” el lector, o por el contrario, que el peso de las metáforas termine por derrumbarlas. Para ello, el adjetivo a emplear, deberá ser el necesario y preciso, para que al darle peso o levedad a la metáfora, está  adquiera su verdadero valor poético.

    Ya lo dijo – y bien- Vicente Huidobro en su “Arte poética: El poeta es un pequeño Dios ...Que el verso sea como una llave que abra mil puertas ...Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;/ el adjetivo, cuando no da vida, mata.

   VII.- En el reino de la salamandra.   
     -Ya mucho se dijo de la metáfora y de los hombres que ven pasar trenes,  pero, quiero decir lo mío: “El camaleón es la metáfora limitada y supeditada al árbol en el que se posa.”
     -Tienes razón, Valaquius- le dije y repliqué: -Pero existen las metáforas ilimitadas de San Juan.
     -San Juan, fue la metáfora del sustantivo sin adjetivos- dijo  Valaquius, al tiempo que entrecerraba los ojos y aspiraba el grasoso humo de su cigarro.  

     Aproveche el ensimismamiento de Valaquius, para citar -espero que bien- el único verso que conozco de memoria de  Alaine la hija de Peter:

     “Para ser felices/ lo tuvimos todo/ y así con todo/ todo perdimos./ Oquedad de la gota/ que desgasta/ y devasta/ hasta el vacío./ Ahora/ nada nos queda/ tan solo/ el fardo de los instantes que ya se fueron.  
     -¡Exacto!  ¡El adjetivo en la dosificación precisa!- grito Valaquius, antes de comenzar a toser.

     VIII.- La levedad imprecisa de una metáfora inicástica.  La tercera de las propuestas para el hombre del tercer milenio, analizada por Calvino es la Exactitud:  “...quiere decir para mí sobre todo tres cosas: 1) un diseño de la obra bien definido y bien calculado; 2) la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables; hay para esto en italiano un  adjetivo... “icástico” (y) 3) el lenguaje más preciso posible como léxico y como expresión de los matices del pensamiento y la imaginación.”

     Las formas... es una obra poética bien diseñada, definida y calculada (Lo que fue obvio para el jurado del Premio de poesía José Carlos Becerra 2000 que premió el libro.), y con un lenguaje incisivo y  memorable, usado para expresar los matices del pensamiento, la imaginación y la filosofía de Jeremías Marquines. No obstante, es un lenguaje, al que le falta lo “icástico” (Lo natural y sin disfraz), pues se disfraza demasiado a las metáforas con adjetivos de toda índole, con lo que pierden naturalidad y nitidez, sobre todo al ser mal engarzadas con un adverbial “como”, o bien al usar en la construcción de las metáforas el gerundio y el participio. Lo que ante los ojos de los críticos del fututo, pudiera ser considerado un error para el que no se podrá aducir libertad poética, pues el empleo de los tiempos no denota un juego poético, sino, un desconocimiento en su aplicación.

     Por último, aunque el poeta cumple una de las funciones de cualquier obrero de la palabra: El rescate de vocablos; y los que emplea, si bien son los precisos, obliga al lector medio a recurrir al diccionario y,  es la causa, junto a las metáforas inicásticas y el empleo del adverbial “como”, de la sensación de incomprensión del discurso poético del autor. De ahí –quizá- el decir de José Dimayuga en la presentación del libro en Acapulco en el 2001: “Uno termina el libro exhausto y con el sentimiento frustrante de haber sido incapaz de estar a la altura de su poética.”



viernes, 6 de junio de 2014

Asesino


Tumbado en la hamaca, entornando los ojos y rascándome las lonjas de la panza, espero pacientemente al tiempo para matarlo.

jueves, 5 de junio de 2014

La residencia (XVII): Segunda variación sobre el hijo de puta


Su extravagante y prolongada nariz, abandonada en medio de una cara huesuda y cubierta por una exacerbada calva, incitaba a depositar en ella un fuerte y efectivo putazo. Con esto, de ninguna manera se agredía a un anciano, como podría pensarse, sino a un hombre de mediana edad y dudosa reputación. Ante tales argumentos, de ninguna manera podríamos hablar de una agresión: una cara ladina, sin importar si es la de un médico o no, necesariamente invita a hacerse justicia por propia mano. No por lo que haya sucedido, sino por todo lo que podría venir después. Dice el consenso general que no se debe prejuzgar al prójimo. Yo agregaría: excepto si ese tal prójimo es un hijo de puta.


jueves, 29 de mayo de 2014

La residencia (XVI): Resfriado


Los vi acurrucados en el rincón de siempre. Había en su expresión algo que no correspondía a su fisonomía característica. Posiblemente sea el tedio que lleva a cuestas el transcurso de una semana pesarosa, o que ahora, después de una larga y tormentosa noche, la pesantez del sueño desplome sus párpados desvelados.
A ver, cabrones, vengan acá silbé, como todas las mañanas, con ese sonido de serpiente tan característico al que los tenía acostumbrado. No se movieron. ¡Vaya!, pensé, un tanto sorprendido. ¿Qué les pasa a estos hijos de la chingada?
A ver niños, ¿quieren que les cante una canción de cuna o qué?
Nada. Su mutismo y estatismo iba más allá de cualquier broma. En conclusión: había algo que no funcionaba.
Preocupado, caminé descalzo hasta mi par de viejos tenis Le Coq. Estiré la mano y los toqué. Mi sorpresa fue mayúscula: ¡Ardían en fiebre! ¡Maldita sea!, rezongué. ¿Por qué demonios los lavé a media semana?
Ahora pagaría las consecuencias: acudir descalzo al hospital.

jueves, 15 de mayo de 2014

La residencia (XV): Los niños que vienen del Cielo


I

La luz roja se prendió tres veces en el ojo izquierdo de la cigüeña y por el altavoz se escuchó la voz del Señor: “En cinco segundos, llegarás a....” y un coro de ángeles inició gregorianamente la cuenta regresiva. Cuando el conteo estuvo en cero, la cigüeña echó una última mirada al paquete. ¡Tantos años transportando para la compañía Cigüeñaire du Ciel! Ahora sólo era cuestión de terminar la entrega y después la feliz jubilación. Por eso contrariamente a los principios de la compañía, volvió sus ojos rojos, como si hubiera estado fumando marihuana toda la noche, para observar por última vez en su vida profesional, la neonata carga...


II

Por enésima vez la Gordamadre hizo acopio de fuerza. Su rostro jugueteó del rosa al rojo al morado al azul profundo, mientras gruesas gotas de sudor rodaban como aludes por su cara, arrastrando todo fenotipo humanoide. Un pujido más, trataba de concentrarse, pero sus pensamientos revoloteaban en su cerebro como oscuros zopilotes a la espera del deceso de su presa. Un pujido más… y la cosa no andaba para ningún lado. Hacía ya media hora que había empezado a desesperarse, y en este momento sus angustiadas manos no tenían sitio sano que explorar, por lo que se aferraron al campo azul marino que cubría la mesa de expulsión. Sus pies, sujetados fuertemente por las correas de piel de cerdo, hacían desesperados esfuerzos por liberarse y patear la cara del internobstetra, pero lo único que conseguían era que las correas se clavaran en su carne edematosa cual colmillos de una fiera hambrienta.
¡Ya no, dios mío, ya no! ¡No aguanto más! y su cuerpo se retorcía  sobre la mesa como una gruesa babosa atada a un comal ardiente. Rítmicas y disparatadas convulsiones iban desde las agudas puntas de su pelo gelificado hasta las retorcidas uñas de sus pies. Algunas veces, después de la convulsión lograba calmarse, permaneciendo inerte unos siete u ocho minutos, hasta que pasaba el periodo postictal
Era este tiempo el que aprovechaba el internoobstetra para relajarse y dar descanso a sus atolondrados sentidos. Era el tiempo necesario en que podía prestar serenamente atención a la eterna disputa entre su demonio y su ángel de la guarda. Firmemente posesionado cada uno de su respectiva oreja, contaban largas y excitantes historias, tratando de ganar su atención y que olvidara la de su rival. En este momento, el diablillo llevaba la delantera con una narración eróticosicodélica en la que el protagonista (alter ego del internoobstetra, desde luego) se enfrentaba en un combate lúdicoesquizofrénicosadomasoquista con la estrella rock del momento: Sex Madonna Punk. Y de continuar las cosas como hasta ahora, la historia no podía terminar en la cama.


III

La cigüeña pasó de largo por enésima vez, ignorando las instrucciones del controlador de vuelo, que volvió ordenar con insultos la entrega inmediata de la carga. La cabeza le daba vueltas. Prendió un cigarro para mantenerse despierta. Allá abajo, la ciudad se veía como un montón de pequeñas lucecitas multicolores “como si el cielo hubiera cambiado de lugar, y todo el universo se hubiera apretujado”. Y siguió volando, en su intento por prolongar lo inevitable. 


IV

En una habitación del Cunero Celestial, el pequeño Cocús estuvo de acuerdo en no tomar el vuelo que lo llevaría a su nuevo hogar.
Aquí se está de poca madre le había dicho el pequeño Walterio, un minúsculo feto blanquecino de pelo rubio. Ni dan ganas de marcharse.
Además, para esta noche hemos preparado un reventón que estará de primea había agregado el Rompecorazones Bazae, mientras afinaba su guitarra.
A final de cuentas musitó Tanamast Bronson ¿cuándo un miembro de la Cofradía ha pedido permiso a nadie?
Solemne Primero se encogió de hombros:
A mi no me metan en sus broncas, pero los acompaño en su desmadre.

De la nada apareció una botella de ron que Pedrozoa el Bailador había introducido ilegalmente a las suites del Cunero Celestial.

viernes, 2 de mayo de 2014

La residencia (XIV): Castigo divino


Para mi hija Ireri,
en su nacimiento;
para el doctor Pedro José Delgado,
para todos los anestesiólogos,
que después de leer esta historia
sabrán su origen.



Cuando Dios juró por sí mismo que la mujer, al  comer del fruto prohibido y arrastrar al hombre en su desobedienciaestaba condenada a sufrir eternamente los dolores del parto, el Ángel Oscuro escuchó con preocupación la terrible sentencia. Por siglos, la dulce victoria del Edén se convirtió en un triunfo amargo que le agriaba aún más su irascible carácter. En ese entonces, como ocurre ahora, la rivalidad entre el Creador y el Maligno no tenía límite. Por eso, éste buscaba a toda costa la manera de revertir la sentencia, y fastidiar a su rival.
¾Además ¾pensaba¾, no es justo que aquella que confió en mí ciegamente, quede por siempre a la deriva de la ira del Divino Castigador.
Satán llegó a creer que la única solución al problema sería una pócima que evitara el embarazo, y exigió a sus huestes de médicos avernianos que aceleraran sus investigaciones. Éstos respondieron a sus exigencias con los más novedosos e ingeniosos métodos de anticoncepción (que miles de siglos después serían pomposamente rebautizados métodos de planificación familiar). El condón, la píldora, los óvulos, la jalea y el diafragma fueron los más destacados. Y hasta hubo un visionario que se atrevió a ofrecer la ligadura y sección de las tubas uterinas. Pero la alegría se fue disipando al comprobarse que estos métodos no eran 100% seguros. Además, al afectar directamente la natalidad, provocaban un sensible decremento en el número de candidatos a engrosar las huestes infernales futuras. De nueva cuenta, las quejas de las mujeres parturientas sumieron al Demonio en terribles depresiones. 
Cierto día, un diablillo menor se presentó ante el Gran Maligno, y después de prolongadas caravanas y más largos titubeos, se armó de valor y le dijo:
¾Mi Gran Señor, enterado de la pena que le acosa, y después de meditados pensamientos, he concluido que si el problema de la natalidad no puede solucionarse sin grave deterioro de nuestros ejércitos, el problema a resolver es, desde luego, el dolor que el parto provoca a la mujer. Por lo tanto, Maestro, lo que debemos hacer es inhibir (o evitar) el dolor, que es la esencia del Castigo Divino, del que tanto se enorgullece el Señor de Allá Arriba. ¿Por qué no dejar que el parto siga, pero sin los dolores?
Y a continuación, el diablillo menor dio al Maligno una cátedra de la nueva medicina que había desarrollado, enunciando técnicas y efectivos medicamentos de última generación. Los resultados satisficieron al Ángel Oscuro, que dio la orden de poner en práctica de inmediato las nuevas enseñanzas. Así se fundaron las escuelas de anestesiología,  que tantos momentos amargos han hecho pasar al Gran Dios.



23 octubre 1991, mientras esperaba en el nacimiento de mi hija Ireri.

lunes, 14 de abril de 2014

La residencia (XIII): Marathonissste

A Florencio Ibarra, que no se cansaba de traer a las parturientas caminando

El gineco-obstetra Florencio Ibarra observó con ojos rojos a las diez competidoras grávidas que, entre retortijones cada vez más fuertes, cambiaban continuamente de pie, a la espera del disparo de salida. Cuando la última contendiente cambió su ropa de calle por la bata de algodón reglamentaria, con tono enérgico, pronunció el discurso obligatorio en este tipo de eventos:
El de hoy, es para ustedes un gran día; día en que se demostrarán a sí mismas las potencialidades existentes en sus mentes triunfalistas. No permitan que la desesperación las haga presa ni las venza...
Sí”, pensaban las mujeres, moviendo la cabeza al mismo tiempo y volviendo a repasar el recorrido de la competencia: salir por la puerta de urgencias, dar dos vueltas a las instalaciones hospitalarias, continuar por Pradera hasta Bocanegra. Ahí dar vuelta a la derecha en el Bulevar Adolfo López Mateos y continuar por la autopista a la ciudad de Querétaro. Llegando al poblado de Silao, a la altura de las vías del tren, dar media vuelta.
El regreso al hospital es más corto: autopista, López Mateos y Pradera Tampoco necesitarán realizar trámite alguno. Entren por la puerta de urgencias y sigan hasta el servicio de tococirugía, donde las tres primeras serán atendidas por orden de aparición. Pero las perdedoras no deben desanimarse: podrán participar en la carrera de mañana. ¿Entendido?
Un fuerte aplauso por parte del personal de guardia de tococirugía, acompañó el disparo de salida.

jueves, 3 de abril de 2014

La residencia (XII): El nacimiento de mi hija Ireri Alejandra

No sé en qué momento abandonaste el vientre materno, pero cuando abrí los ojos pendías de una viga del trecho, al interior de una crisálida gigante. Tras la tela, tu cuerpo diminuto, enjuto, enroscado, parecía ajeno a su nuevo medio ambiente. Me crucé de brazos y me dispuse a esperar con ansia tu primer movimiento: una patadita o un guiño. Nada. Tras tu piel una película casi transparentese podía entrever la red vascular, y en su interior el interminable ir y venir de la sangre. Un circuito de sangre roja, por acá; un circuito de sangre azul, por allá. Y tu cuerpo flotaba inmóvil en el aire de la bolsa que pendía del techo: del antiguo mar en que antes nadabas, no había ni una gota de agua. ¡Eso no es posible!, me dije. Entonces descubrí en la pared detrás de ti, un cazo de cobre que contenía el líquido amniótico que, en algún momento, debió escapar de la crisálida. Sin embargo, podía apreciarse su ascenso vaporoso hasta las medianías de tu cuerpo. No cabe duda, pensé, que asistimos a una nueva forma de creación. Y el sueño se fue haciendo más y más profundo, diluyéndose de la memoria.


13-14 vii 91, León, Gto.

martes, 18 de marzo de 2014

La residencia (XI): Asalto

Mientras abandonaba la monoplaza de la cigüeña para siempre, el chamaco tiró al vacío sus mejores golpes, por instinto.
En cuanto llegues a una ciudad, ponte hacha, vivo, cabrón... muy vivo le había aconsejado su guía espiritual mes con mes, mientras observaba con detenimiento su gestación y lo adiestraba para el incierto porvenir. En esa ciudad (la más grande del mundo) hay que estar al tiro, con los ojos bien abiertos y los puños crispados y la voz se grababa una y otra vez en su cerebro plastificable. Precavido, el chamaco aprovechó las últimas diez semanas de gestación para inscribirse a un curso intensivo de artes marciales y agandalle callejero. Pero consciente de que nunca está de más un as bajo la manga, en un puesto de fayuca compró una navaja italiana. “Uno nunca sabe lo que vendrá...”, se justificó, dispuesto a burlar los detectores de armas del Aeropuerto Celestial.
Al primer golpe que recibió, el chamaco gesticuló, desconcertado. A pesar de las advertencias de su gurú espiritual, tenía la esperanza de que se tratara de una costumbre local de dar la bienvenida a los nuevos visitantes. Al segundo golpe, desechó su pensamiento anterior y maldijo comprendiendo al fin y manoteó, pataleó, queriendo escapar de las garras que férreamente aprisionaban su cuerpo y lo inmovilizaban. Quiso abrir los ojos y ver qué sucedía, pero una pasta sebosa se lo impidió. Su boca fue abierta sin conmiseración e introdujeron en ella un tubo largo y rígido, agudamente frío, molesto, que le provocaba ganas de vomitar y lo asfixiaba. El recuerdo de las series policíacas norteamericanas que había visto de contrabando en el Cielo lo llevaron temer lo peor: “Es una pistola... una pistola que te volará la lengua y los sesos...”. Entre bocanas de flema, la resignación de una muerte temprana lo fue invadiendo. “Es inútil resistirse, continuar con esta estéril y dispareja lucha”, pensó.
¡Ya está! escuchó decir a una voz lejana, gutural, al otro extremo de la vida, cuando su cuerpo era trasportado por los aires.
“¡Maldita sea... apenas llego y ya me llevan de regreso! Ya estoy muerto y ni me dieron tiempo de nada”.
¿Por qué vuelves tan rápido? preguntará su guía espiritual al verlo cruzar las puertas del Limbo.
¡Juro que ni me dieron tiempo de nada! Yo esperaba llegar, bajarme, caminar... cruzar la acera... ¡Ni siquiera abrí los ojos!
Ya ni modo, no tiene remedio y su guía encogerá los hombros, con una mueca de desdén y agravio, tomando nota en su libreta de ingresos límbicos.
¡Pero si me dan otra oportunidad te aseguro que... ¡No volverá a suceder!
Te aseguro, hijo, que no volverá a suceder”.
Cuando pudo abrir los ojos, el cuerpo del chamaco se hallaba sujeto, envuelto, inmóvil; y un enmascarado azuloso lo contemplaba burlón, apuntándole con el dedo.
Uno más en mi larga lista dijo con hastío el pediatra y abandonó la sala.
Ya solo, abandonado en aquella multitud de trapos que amordazaban su desnudez, el chamaco soltó el primer chillido de su vida, lamentándose amargamente:
Carajo, si me dan otra oportunidad, me cae de madres que  no vuelven a sorprenderme. ¡Lo juro!