jueves, 29 de septiembre de 2016

Ya te vas a morir



Ya te vas a morir
eso dijo el doctor
y yo me quejo 
porque me duele 
esta pinche soledad
en la que te ahogas
este abandono
en el que te consumes
el Señor Cáncer no quiso salvarte
mejor dejarte tumbada
en esa cama de nadie
para ver tu pálida piel 
escuchar el estertor 
cuerno de la muerte
preámbulo de tu agonía
quiero quedarme aquí
para no verte 
para no recordarte así
quiero quedarme 
como la ignorancia del dinero
como tú
solito 
desmembrado
ciego
encharcado hasta los pulmones 
con mi propia porquería
fantasma de tu Dios olvidado
el más famoso 
el que nadie ha visto
creador del dolor y la miseria
creador del flato 
y la podredumbre
el que engendra hijos a su imagen y semejanza
sin memoria
prematuramente
te amputaron el alma
no los miembros
te secaron el dolor
no los riñones
ofrendaron tus ojos
a la oscuridad
para que no vieras
venir tu Muerte
para que ya no regreses
porque ya estorbas
ya te vas a morir
eso dicen en casa
ojalá así sea y pronto
antes de que te arrepientas



J. Jonathan de la Cruz Pacheco

lunes, 12 de septiembre de 2016

Memoria, olvido y literatura (ensayo)




Memoria, olvido y literatura
-De los Diálogos de Platón a las Neurociencias, el salto Cuántico-


“La memoria es el diario que todos llevamos con nosotros”
Oscar Wilde

En las reuniones de familia, en torno siempre a una buena mesa de comida, café y pan incluidos en primera fila, escuchábamos el ir y venir de la abuela en torno a una vida cuajada de recuerdos. La prodigiosa memoria hacía de aquellas charlas un paseo por los más inenarrables sucesos. Santo y seña de individuos muertos, detalles precisos de parajes ahora desconocidos. Fechas con una precisión asombrosa, eventos en algunos casos olvidados por mi madre, su hija y que, sin embargo, en la abuela estaban presentes con una espléndida puntualidad. No todos por cierto, la abuela, había olvidado la fecha de la muerte de uno de sus hijos. Y por cierto, del hijo más querido.
Memoria de prodigio y entonces, ¿el olvido?  
Mnemosine y Leteo (Memoria y Olvido)

“Para los antiguos, la memoria tenía forma inmortal. En la visión mitológica, la memoria pertenecía a la primera generación de hijos en el universo, concretamente era una titánide: Mnemosyne. Hija de Cronos y que compartió lecho con Zeus, de cuya unión, nacieron las musas. A ella se le adjudica el poder de recordarlo todo, capacidad que evidentemente escapa al potencial de cualquier mortal. Esta figura mítica, convive en el Hades, junto con su contra parte, Leteo. Así los antiguos griegos, situaron a la memoria al lado del olvido”. (Tesis doctoral, las formas de la memoria en la historiografía Griega del siglo III Romano; Néstor Urrutia Muñoz, facultad de Filosofía y Letras, Univ. De Barcelona, 2014)
A partir de Homero, se agrega otro elemento esencial para los estudios de la memoria: la oralidad. Esta se constituyó en la manera de expresión de los pueblos, inicialmente en un formato casual, de agruparse, de platicar, de chismear. Posteriormente con una vocación académica. En esta fase, y al identificarse la alteración de los recuerdos, al ir pasando de generación en generación, con los consabidos cambios, se determina la necesidad de que, ciertos recuerdos, ciertas aseveraciones, bien vale la pena perpetuarlos a través de la palabra escrita. La oralidad es un trabajo comunitario y de integración. La palabra escrita lo es desde un ámbito cerrado y académico.
“Cuando se está hablando de memoria, de transmisión oral y de otras cuestiones relacionadas, es necesario tener en cuenta que todo ello se transforma en una especie de creencia que vuelve una y otra vez a ella, revisitándose, y retroalimentándose de los sucesos que iban acompañando la evolución del pueblo”. (Tesis doctoral, las formas de la memoria en la historiografía Griega del siglo III Romano; Néstor Urrutia Muñoz, facultad de Filosofía y Letras, Univ. De Barcelona, 2014)

Funes el memorioso y la necesidad del olvido. Leteo, como contra parte a la Memoria (Mnemosine).
Borges en su cuento Funes el memorioso, crea un personaje que, en un inicio, nos parece asombroso, por la enorme capacidad de recordarlo absolutamente todo, sin embargo, al descubrirlo conforme avanza la historia, bloqueado por cada recuerdo importante o nimio, llegamos a la conclusión que, si bien el recuerdo o la memoria es esencial como parte de la vida del hombre, de la misma manera lo es el olvido. Como Funes, del cuento de Borges, nuestra vida sería literalmente imposible, si los recuerdos invadieran nuestra mente. En este sentido, el olvido fisiológico y normal, resulta tan importante como la memoria. Y es justo el olvido, según algunos investigadores, el elemento fundamental para la vida cotidiana y presente, y para el aprendizaje di Novo.

De la filosofía griega

En el Teeteto, uno de los diálogos de Platón, relacionado con la naturaleza del Saber, razonando sobre el papel de la memoria, describe a Sócrates disertando sobre si el saber es percepción y lo hace mediante una metáfora. "hay en nuestras almas una tablilla de cera, la cual es mayor en unas personas y menor en otras, y cuya cera es más pura en unos casos y más impura en otros, de la misma manera que es más dura unas veces y más blanda otras, pero en algunos individuos tiene la consistencia adecuada".
Y asigna a Mnemosine el don por el cual si queremos recordar algo que hayamos visto u oído, o que hayamos pensado nosotros mismos, aplicando a esta cera las percepciones y pensamientos, los grabamos en ella, como si imprimiéramos el sello de un anillo. De esta forma, lo que se haya grabado lo recordamos y lo sabemos en tanto que permanezca su imagen y mientras que lo que se borre o no haya llegado a grabarse lo olvidamos y por lo tanto no lo sabemos.
"cuando la cera es profunda, abundante y lisa y tiene la adecuada contextura lo que se graba lo hace de forma nítida y con suficiente profundidad como para ser duraderas, este tipo de personas tienen facilidad de aprender, tienen buena memoria y sus opiniones son verdaderas"
"hay casos en los que la cera es sucia e impura y en otras ocasiones es blanda o dura en exceso, en el primer caso se aprende bien pero son olvidadizas y en el otro caso ocurre lo contrario. También cuando hay poco espacio se graban unas encima de otras haciéndose rápidamente confusas". (Entre comillas y cursivas, Teeteto, dialogo de Platón)

Salto cuántico

Paul Pierre Broca (Francés, 1824 / 1880)
Broca fue un extraordinario anatomista cerebral y efectuó importantes investigaciones sobre la región límbica, conocida inicialmente como rinencéfalo (el cerebro olfativo), zona que como sabemos hoy en día, se halla estrechamente vinculada a las emociones humanas. El descubrimiento más trascendental sin embargo, fue que, mediante unos pocos ensayos, definió en el cerebro una pequeña región, que estaba totalmente relacionada con el control de la emisión articulada del lenguaje. Esta región es ahora conocida en su honor, como área de Broca y este descubrimiento, puso de manifiesto la separación de funciones existentes entre ambos hemisferios cerebrales. Y algo aún más importante fue que, de manera sólida, determinó la existencia de funciones cerebrales específicas en zonas muy precisas del cerebro. (El cerebro de Broca, C. Sagan. Grijalbo.1984)

Las bases neurofisiológicas de la memoria

Hasta mediados del siglo xx se dudaba que las funciones mnésicas se localizaran en regiones específicas del encéfalo. Se había conocido desde un siglo antes, con Broca en 1861, que existía una zona del cerebro donde se localizaba el lenguaje y que estaba situado en la parte posterior del lóbulo frontal en el hemisferio izquierdo (área de Broca). Desde entonces se buscó también la posible localización de la memoria. Los avances de la experimentación animal, la neurocirugía, la biología molecular y las modernas técnicas de diagnóstico de imagen (resonancia nuclear magnética y tomografía de emisión de positrones), han demostrado que la memoria implica a muchas regiones del cerebro, aunque para las diferentes clases de memoria ciertas regiones son más importantes que otras. En 1940 Wilder Penfield Neurocirujano canadiense, empezó a utilizar métodos de estimulación eléctrica en la corteza cerebral de enfermos a los que operaba de epilepsia focal. Como el cerebro es indoloro podían ser intervenidos con anestesia local y durante la intervención con el enfermo despierto, observar las reacciones de éste a los estímulos de diversas áreas corticales.
Aunque en la estimulación eléctrica de la región frontal algunos pacientes describían algo parecido a un recuerdo, los experimentos no fueron concluyentes hasta que una colaboradora de Penfield, Brenda Milner, hizo un descubrimiento importante en alguno de los enfermos operados por Penfield, a los que por padecer un tipo muy grave de epilepsia motora, que no respondía a los medicamentos y que estaban producidas por focos epileptógenos localizados en los lóbulos temporales, les extirpó parte de dichos lóbulos junto con unas estructuras anexas denominada hipocampo. Los enfermos operados mejoraron de su epilepsia, que ya podían responder a la medicación, pero presentaban trastornos de la memoria de un tipo muy peculiar. El paciente mejor estudiado, que se ha hecho célebre en la literatura médica era un individuo de 27 años llamado H. M. que llevaba 10 años padeciendo crisis epilépticas motoras intratables con los diferentes medicamentos antiepilépticos. Tras la intervención H. M. pudo controlar sus crisis con la medicación, pero perdió la capacidad de formar memorias a largo plazo, aunque conservaba la memoria de lo que le había ocurrido antes de la intervención quirúrgica. También mantenía intacta la memoria a corto plazo que dura segundos o minutos pero no podía convertirla en la memoria de larga duración. H. M. no reconocía a las personas que acababa de conocer si se encontraba con ellas minutos más tarde de haberlas dejado de ver. También tenía grandes dificultades con la orientación espacial. (MEMORIA Y OLVIDO Por el Académico de Número Excmo. Sr. D. José María Segovia de Arana, 6 de mayo 2003)

Memoria, olvido y literatura

"Mandó mi madre por unos de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado... me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. En el mismo instante en que aquel trago tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior".

Así empezaba Marcel Proust su famosa novela En busca del tiempo perdido. El sabor de la magdalena suscitó un vivo recuerdo de su infancia que volvía después de estar olvidado mucho tiempo. La memoria es difícil de definir. La Academia Española la incluye como "potencia del alma por la cual se retiene y recuerda el pasado". Es un proceso mnésico por el cual se incorporan hechos, acontecimientos, conocimientos, a nuestra mente para ir formando nuestra personalidad. El aprendizaje es parte de este proceso, la entrada de la memoria, la cual a su vez influye sobre el aprendizaje. Al final de la memoria están los recuerdos, es decir, el almacenamiento de lo que se ha percibido, vivido o sentido y que podemos evocar con la activación del recuerdo. La literatura está llena de ejemplos como el de Marcel Proust, en los que toda una carrera literaria se ha fincado en función de una memoria autobiográfica, volcada, una vez pasada por el tamiz de la escritura, en poemas, cuentos, novelas.

           “Los sábados, solía despertar muy temprano, alrededor de las cinco de la mañana, acostumbrado al café y al calor de Salto de agua. Leía un par de horas y después, empezaba la rutina de ayudar a mamá en casa, o a papá en labores del rancho. Mis hermanos apenas empezaban a dar vueltas en la cama. A las siete y media, minutos más, minutos menos, arribaba a casa el señor Enrique, encargado del rancho de papá, con los dos o tres tambos de leche. Para esas horas había ya una fila de vecinos esperando la venta. Apresurado, empezaba la tarea de ir llenando la medida de a litro, desde los tambos, embrocando la leche en los recipientes de los compradores.
La nostalgia de aquellos días de adolescencia en el pueblo. La vivencia marcada por esas cálidas mañanas sabatinas. La voz y la cadencia de mamá. La venta de leche. Los vecinos y sus risas. Las pláticas en las que se enganchaban. Qué parte sí, y qué parte no de aquellas mañanas hicieron que, con el devenir de los años, los recuerdos persistieran tan vivos en la memoria.
Memoria. Recuerdo. Añoranza.
Este filtro, ahora lo sé, que definió entre un complejo e intrincado sistema de conexiones neuro-sinápticas, límbicas y extra límbicas y cuyo centro es una pequeña estructura localizada en la zona central del cerebro, que tiene forma de caballito de mar y que es conocida como hipocampo. Este filtro repito, es el centro reconocido de la memoria. Justo allí está resguardado el recuerdo de aquellas mañanas de sábado. Aquellas jornadas precisas de ayudar a mamá en la venta de la leche. La silueta silenciosa y como entre sombras del señor Enrique. Aquellas charlas entre los vecinos. Aquellos sofocos y calores del pueblo. Pero cuál es la razón de tanta nitidez en la añoranza.  ¿Por qué, a diferencia de estos recuerdos, ha habido hechos mucho más relevantes, echados al olvido?
Mnemonides y Leteo a contracara
Y como siempre me sumerjo en ese centro de la memoria. Y mi acuse de recibido.
En esa fila de vecinos. En esa linda espera de venta de leche, de sábados por la mañana. Ella allí, hermosa y sencilla presencia. Hermana de mi amigo. Señora, quizás veinteañera en esa época. La sonrisa más maravillosa que hubiese visto en toda mi vida. Ni antes de ella, ni después de ella. El cuerpo juvenil, maduro, espléndido. Saberla ajena. La mirada discreta. Hermosos los labios.
Coqueta.
-¿qué estás leyendo ahora? Me preguntaba, mientras con la mano derecha, alborotaba mi cabello, con la confianza de conocerme desde toda mi infancia.
Yo sonreía, al mismo tiempo que ella lo hacía.
-el quijote de la mancha. Respondería yo, sin duda, o algo parecido.
Enseguida aprovechaba algún resquicio y se despedía de mi madre.
-adiós doña Carlotita. Decía
Y al mismo tiempo me pedía
-Anda acompáñame mientras me platicas  
Y la encaminaba un poco hasta la salida.
En su rostro todas las flores del jardín de casa, pequeñitas ante su risa. Y aquella sonrisa me duraba el resto de la mañana, el resto del sábado, el resto del fin de semana, el resto de mi juventud, el resto de mi madurez, el resto de mi vida.
¡El resto de mi memoria!” 

                 
                 Algo de este relato está marcado por la memoria, desde una circunstancia vivida. Algo también habrá quedado fuera, por culpa del olvido. Por supuesto, en este caso no sé de qué se trata. Algo por otra parte, ha sido tan sólo, un recurso literario.
Memoria, olvido y literatura.
Y vuelvo al principio:
La abuela y sus relatos esplendidos, la abuela y sus recuerdos vivos, la abuela y su memoria prodigiosa. La abuela y el olvido.
¿Cómo olvidarse de la fecha de la muerte de su hijo tan querido? Otro rollo imperdible: Memoria selectiva. 



© 2016 By Oscar Mtz. Molina