viernes, 10 de octubre de 2014

La residencia (XXII): El telescopio


El telescopio abrió sus grandes ojos grises y enfocó el espacio inconmensurable. Un diminuto punto centelleó a la distancia, quizá alcanzado por la luz de un sol desconocido. Lo vio moverse borrosamente, iniciar un crecimiento desesperado. Pero la imagen proyectada sobre sus retinas tenía forma y magnitud desconocidas, era una masa amorfa. Sus belfos bufaron; una capa de vaho espeso alcanzó su frente, empañando sus cristales.
—¡Chingada madre! —apretó los párpados, parpadeo diez veces, puncionó desesperadamente sus sienes, pero no conseguía corregir el enfoque.
—¿Qué dijo, doctor? —estalló a una voz.
Los ojos del telescopio se retrajeron dentro de sus cuencas. Al abrirlos, se encontró frente al médico adscrito, que lo miraba con cara de pocos amigos.
—Si quiere, vuelvo mañana para que me presente a su paciente, doctor…
—Dísculpeme, doctor…
Y el telescopio abrió sus grandes ojos grises y enfocó el espacio inmensurable de la cama 1142.

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