Nació del vientre de la tierra, porque fue imposible que algún otro vientre tuviese la tranquilidad para germinar,
albergar y parir tan monumental desgracia. La noticia se propagó. Pronto no hubo animal que no temiera cruzarse en su camino. Las especies más
pequeñas —siempre vulnerables—decidieron dejar el territorio y desaparecer.
La vida, que aún tenemos, ha de ser lo más preciado, decían. Algunos animales llamaron a consejo, y aun los no muy
ancianos, pero nada pendejos, votaron por unánime para que aquel adefesio se uniera a
su gremio. No habría de pasar mucho tiempo para que ocupara, y escalara, puestos de mando.
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