La levedad de ser gris adentro en Jeremías
Marquines. Por: Ricardo
Aguirre Bahena
“Pero Asclepius no para de llorar; afuera
las chitapías dan brinquitos en el jardín, alguien más observa al otro lado de
la calle...” (Las formas de ser gris adentro. Pag.
24.)
I.- La crítica literaria. Entre los capitanes, la
soldadesca y el clero que vino a la Conquista de América, hubo los que
destinaron algo del peso que estaban autorizados a embarcar para traer consigo
a sus escritores y poetas favoritos en compactados libros. Con lo que -se
intuye- la crítica literaria antecedió a los literatos.
En lo que respecta a la poesía, la crítica
floreció en la Nueva España y en Santo Domingo gracias a dos hombres venidos de
España. A la isla, vino a formarse, Juan de Castellanos (1522-1607) y, a las
aulas universitarias novohispanas llegó, ya hecho, Francisco Cervantes de
Salazar (1513-1579). Ellos, coincidieron en el
estudio y difusión de los poetas grecolatinos, la métrica de los mismos
y, en creer que el endecasílabo italianizante fue su máxima expresión.
Del poeta griego Asclepiades, Juan de
Castellanos, escribió: “...casquiveleto poeta della nívea asclepia, d´un spondeus, dos choriambus
e un pirriquius.” Es decir, poeta de lo voluble, con nombre de blancas
flores (asclepias) y creador del
asclepiadeo: Dos sílabas largas (espondeo), seguidas de una sílaba larga
y una breve y, una sílaba breve y una larga (coriambo), otro coriambo y dos
sílabas breves finales (pirriquio).
Tocó al catedrático Francisco
Cervantes de Salazar citar un asclepiadeo
en latín (?) del poeta griego: Scriptium longa... Ídem litter usum ego... (Escribe
largo... Idénticas letras uso yo).
II.- La inspiración. Para el poeta Jeremías Marquines: “se debe
escribir con fundamentos, con bases, no nada más por ganas, quien diga que
necesita inspirarse para escribir, es un poeta mediocre” (El Pueblo; 27 nov
2001); en tanto, para Gabriel Zaid, “la inspiración es también tradición,
una dependencia de los otros” (La poesía en la práctica, FCE, 1985).
De hecho, Jeremías parece darle la razón, en la misma entrevista con el
periódico chilpancingueño, dice: “...se tiene que conocer para escribir, y
para conocer, lamentablemente hay que leer”.
En la volición (deliberación, decisión
y ejecución de un acto voluntario) desarrollada para escribir Las
formas de ser gris adentro, el autor usó todos los elementos de que disponía: Vivencias, visiones, gustos,
disgustos, lecturas, relecturas... La
honestidad del poeta le lleva a citar (en el libro) a los escritores que lo
“inspiraron”. Sin embargo, el papel del crítico es ir más allá, y tratar de
vislumbrar otras “dependencias” del autor, implícitas o no en la obra en
cuestión. O como decía José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (años antes de ser
conocido por Azorín) en su obra, La crítica literaria en España
(Discurso): “No hay más que una crítica: examen, observación, asociación,
disociación. Y el examen –laudatorio, condenatorio- puede revestir diversas
tendencias.”
Creo, que al Deliberar y Decidir
cómo quería su obra, el autor tuvo presente sus lecturas sobre: La
recreación de ciudades míticas, la invención de animales fantásticos, la
evocación de personajes grecolatinos, la apropiación de figuras mitológicas o
históricas, la construcción de “ambientes” y los recursos estilísticos de varios poetas y escritores -además de los
confesados- en los que el autor se “inspiró” o de los que fue “dependiente”. De
igual modo, al asociar y disociar el crítico tendrá presente a “sus”
escritores, por lo que en la lectura de Las formas... creo encontrar a:
Garcilaso, Gorostiza, Calvino, Borges, Cortazar, Machado, Alberti, Efraín
Huerta, Walt Whitman y Novalis; pero
-¿¡oh, falla!?- a diferencia de Novalis que se apropio de la figura histórica
de un trovador alemán del siglo XII (Enrique de Ofterdingen) y lo recreó, en la
Ejecución de Las formas..., no se recreó al personaje histórico
de quien se tomó el nombre de Asclepius: El poeta griego Asclepiades;
tampoco se usaron metáforas en las que se incluyeran sus flores
representativas (asclepias) ni mucho menos se imitó, o se intentó al menos, un asclepiadeo.
III.- Yo, tú, él, nosotros... En un poema de las
características de Las Formas... sirve el abordaje que hizo Michael
Burton en Sobre literatura, (Seix Barral, tomo II; 1967): “Cada vez
que se da un relato novelesco, entran obligatoriamente en juego las tres
personas del verbo: dos personas reales, el autor que cuenta la historia... el
“yo”... el lector a quien se le cuenta, el “tú”, y una persona ficticia, el
héroe, aquél de quien se cuenta la historia, el él...”. Alberto Paredes en
su libro Las Voces del relato (Universidad Veracruzana, 1987), cita a
Burton y complementa lo anterior al escribir: “...(es sabido que los
plurales ocupan un lugar minoritario). Debe ser así puesto que todo relato es
la enunciación de un discurso, y ese discurso lo emite por fuerza alguna de las
personas del paradigma pronominal.”
En las formas... Jeremías es quien canta el poema (yo) de su
acompañante Asclepius (él) al oído del lector (tú). Como poeta, Jeremías
propone y va más allá, cuando deja de ser él quien describe su andar con
Asclepius e introduce la figura del Narratorio o Narratario (un autor
“dentro” de la obra), que en Las formas... se expresa en el plural nosotros.
Para quienes digan: ¡Pero esto es poesía, no es
novela ni cuento! Valen los siguientes versos de Machado: “Canto y
cuento es la poesía./ Se canta una viva historia,/ contando su melodía.”
IV.- Había una vez... un como. Al igual que el Quijote, Las
formas... inicia con una
precisa y larga frase:
“Ya mucho se dijo de la tristeza, que el
amor es una espesa humedad de madera en la estación lluviosa, la oscura
membrana en el ojo de los ahogados incitando al naufragio.” (Las
formas...; pag 1).
El empleo de frases largas en Las
formas..., es un acierto, sobre todo en aquellas en la que es manejado con
maestría el adverbio “como” al unir dos metáforas, en la que la segunda
metáfora tiene función explicativa. En Las
formas... escrito está: “...su horizonte arqueado como un camaleón
dormido en la osamenta de la niebla...”
Al encontrar el anterior buen ejemplo del uso del “como” en la
primera página de un libro de poesía, se espera encontrarla a lo largo del
mismo. Los altibajos en la lectura de este libro son consecuencia (entre otras
cosas) del cómo utiliza el autor el “como”.
V.- Placervezaratrústico. Al analizar el
primero de los cinco conceptos vertidos en Seis propuestas para el nuevo
milenio (Siruela, 1990), Italo Calvino dice: “La levedad es una manera
de ver el mundo fundada en la filosofía y la ciencia... es algo que se crean en
la escritura, con los medios lingüísticos propios del poeta, independientemente
de la doctrina del filósofo que el poeta declara profesar.” La Ejecución
de toda obra requiere del uso de una técnica, y la técnica, según decir
de Sartre: “implica una filosofía”.
La técnica seguida por autor para escribir Las formas... fue
rigurosa, y así lo confiesa en la mencionada entrevista: “todos los días
escribía muy temprano, de madrugada, era una tarea que tenía que cumplir como
escritor...” Rigurosa, pero no despojada de una filosofía, que en el caso,
es la de un poeta hedonista, pitagórico, zoroástrico y bukowskiano, que
deja sentir su explosión lingüística (otro de sus aciertos) en la construcción
de frases o “nuevas” palabras (tristuras tristes; atmosferocéfalos;
trisnostalgía; apesumblandamiento...)
al estilo de Joyce, Twain y José Agustín, o del Chavo del 8 (De arriba
caían...); y en concordancia con
Octavio Paz, que dijo: “No es
poeta aquel que no ha sentido la
tentación de destruir o crear otro lenguaje”.
VI.- ¿Pesadez o levedad? En el mencionado libro, Italo Calvino se declara a favor de la Levedad
en la poesía, de la que dice: “Para
mí se asocia con la precisión y la determinación, no con la vaguedad y el
abandonarse al azar... la levedad en por lo menos tres puntos: 1) Un
aligeramiento del lenguaje mediante en cual los significados son canalizados
por un tejido verbal como sin peso, hasta adquirir la misma consistencia
enrarecida... 2)El relato de un razonamiento o de un proceso psicológico en el
que obran elementos sutiles e imperceptibles, o una descripción cualquiera que
comporte un alto grado de abstracción... 3) Una imagen figurada de levedad que
asuma un valor emblemático... Hay invenciones literarias que se imponen a la
memoria más por sugestión verbal que por las palabras”.
Por el contrario, Milan Kundera en su
libro: La insoportable levedad del ser (Tusquets, 1984) considera
que: “...el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente
unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso,
vale...”
Independientemente del tratamiento que el
poeta pretenda dar a sus metáforas (Levedad o Pesadez),
deberá ser preciso, sutil y de una abstracción tan sugestiva que no permita
que sus metáforas sean de una levedad
tal, que se eleven y no las logre “aterrizar” el lector, o por el contrario,
que el peso de las metáforas termine por derrumbarlas. Para ello, el adjetivo a
emplear, deberá ser el necesario y preciso, para que al darle peso o levedad a
la metáfora, está adquiera su verdadero
valor poético.
Ya lo dijo – y bien- Vicente Huidobro en su
“Arte poética”: El poeta es un pequeño Dios ...Que el verso sea como
una llave que abra mil puertas ...Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;/ el
adjetivo, cuando no da vida, mata.
VII.- En el reino de la salamandra.
-Ya mucho se dijo de la metáfora y de los
hombres que ven pasar trenes, pero,
quiero decir lo mío: “El camaleón es la metáfora limitada y supeditada al
árbol en el que se posa.”
-Tienes razón, Valaquius- le dije y
repliqué: -Pero existen las metáforas ilimitadas de San Juan.
-San Juan, fue la metáfora del sustantivo
sin adjetivos- dijo Valaquius, al tiempo
que entrecerraba los ojos y aspiraba el grasoso humo de su cigarro.
Aproveche el ensimismamiento de Valaquius,
para citar -espero que bien- el único verso que conozco de memoria de Alaine la hija de Peter:
“Para ser felices/ lo tuvimos todo/ y
así con todo/ todo perdimos./ Oquedad de la gota/ que desgasta/ y devasta/
hasta el vacío./ Ahora/ nada nos queda/ tan solo/ el fardo de los instantes que
ya se fueron.
-¡Exacto!
¡El adjetivo en la dosificación precisa!- grito Valaquius, antes de
comenzar a toser.
VIII.- La levedad imprecisa de una
metáfora inicástica. La tercera de las propuestas para el hombre del tercer milenio,
analizada por Calvino es la Exactitud:
“...quiere decir para mí sobre todo tres cosas: 1) un diseño de la
obra bien definido y bien calculado; 2) la evocación de imágenes nítidas,
incisivas, memorables; hay para esto en italiano un adjetivo... “icástico” (y) 3) el
lenguaje más preciso posible como léxico y como expresión de los matices del
pensamiento y la imaginación.”
Las formas... es una obra poética
bien diseñada, definida y calculada (Lo que fue obvio para el jurado del Premio
de poesía José Carlos Becerra 2000 que premió el libro.), y con un lenguaje incisivo y memorable, usado para expresar los matices
del pensamiento, la imaginación y la filosofía de Jeremías Marquines. No
obstante, es un lenguaje, al que le falta lo “icástico” (Lo natural y
sin disfraz), pues se disfraza demasiado a las metáforas con adjetivos de toda
índole, con lo que pierden naturalidad y nitidez, sobre todo al ser mal
engarzadas con un adverbial “como”, o bien al usar en la construcción de
las metáforas el gerundio y el participio. Lo que ante los ojos de los críticos
del fututo, pudiera ser considerado un error para el que no se podrá aducir
libertad poética, pues el empleo de los tiempos no denota un juego poético,
sino, un desconocimiento en su aplicación.
Por último, aunque el poeta cumple una de
las funciones de cualquier obrero de la palabra: El rescate de vocablos; y los
que emplea, si bien son los precisos, obliga al lector medio a recurrir al
diccionario y, es la causa, junto a las
metáforas inicásticas y el empleo del adverbial “como”, de la sensación de
incomprensión del discurso poético del autor. De ahí –quizá- el decir de José
Dimayuga en la presentación del libro en Acapulco en el 2001: “Uno termina
el libro exhausto y con el sentimiento frustrante de haber sido incapaz de
estar a la altura de su poética.”
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