A Florencio Ibarra, que no se cansaba de traer a las
parturientas caminando
El gineco-obstetra Florencio Ibarra observó con ojos rojos a
las diez competidoras grávidas que, entre retortijones cada vez más fuertes, cambiaban
continuamente de pie, a la espera del disparo de salida. Cuando la última contendiente
cambió su ropa de calle por la bata de algodón reglamentaria, con tono enérgico,
pronunció el discurso obligatorio en este tipo de eventos:
—El de hoy, es para ustedes un gran día; día en que se demostrarán
a sí mismas las potencialidades existentes en sus mentes triunfalistas. No
permitan que la desesperación las haga presa ni las venza...
“Sí”, pensaban las mujeres, moviendo la cabeza al mismo
tiempo y volviendo a repasar el recorrido de la competencia: salir por la
puerta de urgencias, dar dos vueltas a las instalaciones hospitalarias,
continuar por Pradera hasta Bocanegra. Ahí dar vuelta a la derecha en el
Bulevar Adolfo López Mateos y continuar por la autopista a la ciudad de
Querétaro. Llegando al poblado de Silao, a la altura de las vías del tren, dar
media vuelta.
—El regreso al hospital es más corto: autopista, López Mateos
y Pradera Tampoco necesitarán realizar trámite alguno. Entren por la puerta de
urgencias y sigan hasta el servicio de tococirugía, donde las tres primeras serán
atendidas por orden de aparición. Pero las perdedoras no deben desanimarse: podrán
participar en la carrera de mañana. ¿Entendido?
Un fuerte aplauso por parte del
personal de guardia de tococirugía, acompañó el disparo de salida.
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