Con los ojos llenos de inquietud se acerca a la reja del campo psiquiátrico. A través de sus barrotes: la imagen de rostros inexpresivos o de una tristeza profunda, alguna cabeza al rape, el ruido de pasos agitados o alguien vociferando al vacío; le transforman la inquietud en puritita angustia.
Su psiquiatra le había anunciado que pronto volvería con ellos y una brizna de paz que atesoraba se esfumó detonando un ansia de rebeldía.
Hablaría con él, le rogaría; le demostraría lo equivocado de su diagnóstico. Haría cualquier cosa para no volver a la maldita calle.
Imagen tomada de la red.
Su psiquiatra le había anunciado que pronto volvería con ellos y una brizna de paz que atesoraba se esfumó detonando un ansia de rebeldía.
Hablaría con él, le rogaría; le demostraría lo equivocado de su diagnóstico. Haría cualquier cosa para no volver a la maldita calle.
Imagen tomada de la red.
4 comentarios:
JAJAJAJAJ trabajas con esmero para que el lector piense lo contrario y lo logras. un abrazo Rub
Doctor Pedraza, muy buen manejo de la historia. Aunque no sería de extrañar que el personaje de la historia deseara regresar porque los locos de afuera son más peligrosos.
Un saludo.
Si,efectivamente, a veces se preiere el encierro, la vida es una locura.
Escribe usted muy bien. Saludos.
Gracias Rubén, Manuel, Rosio: por sus comentarios. La locura nos involucra a todos los humanos que la presentamos en diversos grados durante nuestra vida. Seguiremos con el tema un rato.
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