Es redondo y de barro, de cuello angosto, con aplicaciones de cuerda y ocupa un lugar a la entrada de casa. No brilla, acaso recordando su origen y lugares en que ha reposado. Su presencia pasa desapercibida algunas veces por la gente que pasa de largo o nos visita.
Es un pequeño jarrón de alfarería barata. Una tarde llegó en unos brazos femeninos que lo rescataron de un montón de basura; sus amorosas manos lo asearon y le posaron en ese lugar.
Alguien, muy bien enterado, me dijo: que las manos que lo crearon, buscan afanosas estas otras, para mandarles caricias y bendiciones.
Es un pequeño jarrón de alfarería barata. Una tarde llegó en unos brazos femeninos que lo rescataron de un montón de basura; sus amorosas manos lo asearon y le posaron en ese lugar.
Alguien, muy bien enterado, me dijo: que las manos que lo crearon, buscan afanosas estas otras, para mandarles caricias y bendiciones.
3 comentarios:
¡Qué precioso!
Las manos, por su naturaleza de prodigar caricias, siempre buscarán otras manos.
Felicidades, doctor Pedraza.
Me halaga que te guste, Patricia. El jarrón que ilustra, es muy parecido al que verdaderamente existió en casa.
Las manos son parte de la escencia del hombre, de alli nace en principio la comunicación tactil, se crea arte y tiene el poder de la destrucción. Saludos Manuel
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