así, a la distancia, desde este mi refugio
apartado de hospitales, me acerco
y te saludo con el ánimo de siempre;
tú sabes que no soy de despedidas
a orillas de una cama.
charlemos, pues, en calma:
seré el escucha que gustaba
de ver en tus recuerdos
y tomaba para sí algunos ejemplos
(como aquellos mis primeros pasos de karate
donde el miedo se hizo flaco,
el sabor dulzón del moscatel u oporto,
o el olor de un libro de un joven vargas llosa...)
podría conversar contigo días, meses, años...
porque no tengo palabras para decirte adiós
y no quiero doblegarme a la tristeza
-como tú no habrías querido que pasara-;
no reniego de la muerte ni maldigo
y con gusto acepto haber leído aquella carta
por mi libro, que no enviaste, mas deseabas;
anda tío, dame un abrazo,
como el último de los primeros de diciembre,
y llévate algo del amor de padre que me diste;
que los dos sabemos que la vida es una
y la vivimos, cada quien a su manera,
y si antes nos unió la sangre y el cariño,
hoy nos liga un veintisiete de enero compartido.
1 comentario:
Un poema que liga una platica de sobremesa y la eleva hasta la cuspidem del verso. Un reconocimiento al hombre que dio todo, sin solicitar nada. Excelente Manolo un poema que se siente... Un abrazo a los dos...Rub
Publicar un comentario