domingo, 12 de junio de 2011

Tormenta


La tarde se oscurece, la tormenta es inminente. Siento frías en el cuello las primeras gotas de lluvia; maldigo traer ropa tan ligera. Entonces apareciste y sonreí. Caminabas entre la multitud de autos varados. Un beso en la frente bastó para disipar mi enojo y tomados de la mano corrimos hasta el edificio. El camino hasta el cuarto piso quedó marcado por el agua que escurría de nuestras ropas. Una vez frente a la puerta de tu apartamento, mi cuerpo temblaba; no sabía si era debido a la ropa empapada adherida al cuerpo o a la incertidumbre de no saber qué pasaría una vez dentro.

Con gran sorpresa vi que el lugar estaba casi vacío: una lámpara y cobertores amontonados sobre la duela señalan el sitio que tal vez corresponda a la recámara. A través de los grandes ventanales, desnudos de cortinas y empañados, eran mudos testigos de la tormenta que poco a poco inundaba la avenida. A cada relámpago, el lugar se iluminaba, dejando entrever nuestras sombras dibujadas sobre el suelo.Una tras otra caían las prendas, humedeciendo el piso de madera antigua.

Imagen: Tomada de la red.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó LaLa delicado y sensual... un abrazo

Diana RHM dijo...

¡Muchas gracias! Se hace lo que se puede.
Un abrazo!