jueves, 24 de febrero de 2011

Versos a Sor Juana Inés de la Cruz


No soy yo la que pensáis,
sino es que allá me habéis dado
otro ser en vuestras plumas
y otro aliento en vuestros labios.

Sor Juana Inés de la Cruz
México (1648-1695)

Amordazada en desacuerdo de obediencia
entro al silencio más largo de mi vida.
El último.

Mudos se oirán los discursos que no escribiré
serán los más terribles
porque no hay silencio más temerario
que el silencio del poeta
el silencio del científico
el silencio del intelectual.

No quedan palabras ante una realidad
que atropella y mutila.
No intentaré otra defensa.

Muda quedará la pluma
de intempestivos versos
de ardores propios y ajenos.

Tengo un corazón hecho grito
una mano estrujando caricias
una boca que traga besos cautivos
que desahogo en ciertas noches
cuando huyo de mis propias garras.

Mis escritos comulgan
entre mi innata virginidad condolida
y mi intento postergado de arrebatos
cuando a solas me entrego
en esta celda sombría
abstraída al zenit del conocimiento.

Reconozco haber escrito versos profanos
que me censuran
con vehemencia febril
¡misericordia!
miseria, corda, corazón,
más allá del pensamiento
sin discutir mis enigmas
sin soslayar mis recovecos
sin encubrir mi perfidia.

Mi palabra arropada en formas
yace desnuda como un lirio quieto.

Renuncié a otra vida
por traspasar el umbral del saber.
Aquí serené mi inquietud insaciable.
Ahora con dolor debo despojarme
de mis libros amados
¡son tantos...!
de mis elementos científicos
¡exactos!
de mis instrumentos musicales
¡bellos!

He amado lo que el Hijo
tiene de hombre y de divino.
He deseado su santo nombre
tanto como sus pies llagados.
¿Habrá sido éste mi peor pecado?

Mi rebelión ha quedado devastada.

Aquí dejo como legado
mis poemas editados
y mi último escrito,
una carta en respuesta a sor Filotea de la Cruz,
mi confesor, mi editor, mi amigo.

Parto en silencio a socorrer a mis hermanas
que agonizan en la epidemia.
Voy a ensañarme con la fiebre espesa
hasta que me consuma el fuego
desde adentro hacia afuera.

Dejo lo que fui en mi empeño:
un estandarte,
un crucifijo insurrecto,
una mujer de hábito oscuro,
una respiración ambivalente
como el mismo eco de la Historia.

Sé que en un punto llegarán los perdones
a desgranar sus uvas en las coronas,
allí me alivianaré
me alimentaré
me persignaré
y desprendida como una tentación
me fugaré por debajo de la puerta.

LILIANA ZWETSCHEK

4 comentarios:

Unknown dijo...

Extraordinario, conmovedor trabajo Liliana.
Un placer leerte

Oscar mtz dijo...

Saludos Liliana. muy grato leer este poema. has logrado penetrar a la razon de ser de Sor Juana.

María Eleonor Prado Mödinger dijo...

Liliana, te reconozco como una poeta muy intuitiva, profunda y creativa en este texto.

Felicidades y saludos.

sendero dijo...

Aún escucho y aplaudo... besos Rub