La reunión de Marta mi mujer, y sus hermanas Beatriz y Sofía, se ha tornado cada vez más incierta. Las voces inicialmente apagadas ahora se han transformado en gritos y vociferaciones. A cual más pretendiendo tomar la palabra o arrebatarla a golpes si es preciso. Detrás de la puerta, atento como debe ser, y llenándome de un extraño nerviosismo, he escuchado pasar de uno a otro tema. He escuchado también que cada vez más el tono beligerante domina la escena. Calma, calma, digo entre mi.
Sin duda alguna ahora se están refiriendo a mí: es un pendejo, con él no te metas, también tú eres muy pendeja, y mantenido, que no lo metas en esto, me vale madre, mantenido y pendejo, y se lo sostengo en su cara, que respetes mi casa, te la puedes meter por donde te quepa, qué bonita boca, chingas a tu madre aunque sea nuestra, qué poca la tuya, ya te dije que me vale, y con todas las letras: pendejo y pendeja, y no me calles por que se muchas cosas de ti, yo también tengo guardado lo tuyo, y te las puedo restregar en tu cara, por mí que te mueras, lo mismo para ti, perra…
―Hola, mi amor, ¿cómo estuvo la reunión con tus hermanitas?
―Bien, amor. De hecho, espléndidamente bien… Pudimos sincerarnos y abrir nuestro corazón.
Imagen del autor: Bosque de Tlalpan.
1 comentario:
Bendita manera de ser, siempre tan sinceras entre ellas.Y tan educadas cuando hablan de la entrevista... Bien escrito, metiendote hasta la cocina... un abrazo Rub
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