lunes, 10 de diciembre de 2018

Navidad en Salto de agua


Fotografía de Salto de agua, 2014, de Oscar Mtz. Molina



Navidad en Salto de agua

I
Abrí los ojos justo cuando el tren bajó su velocidad. El silbato anunciaba que, en breve, se detendría. Tenosique a las seis o seis y media de la mañana. El chirrido de las llantas de metal, frenando. El penetrante olor a fierro y grasa, a fierro y mugre, a fierro y herrumbre. Los aislados gritos anunciando comida. Empanadas, café, pan, tacos de arroz y de huevo. La modorra apoderada de mí. Aún faltaban tres o cuatro horas para llegar a Salto de agua. Compré cuatro empanadas y un café. Regresé a mi asiento y dispuse en un santiamén de aquella comida. Suspiré pensando en la novia que esperaba por mí. En dos o tres tragos apuré el café. Mi lejanía del pueblo. Las tardes de soledad y hastío. La vida dando dolores de cabeza. Ocho meses fuera. Ocho largos meses fuera. Dormité en el trayecto. Alrededor de las diez de la mañana el tren cruzaba el puente del río Tulijá, algunos minutos después, descendí en la solitaria estación.
Diciembre y la pasmosa sensación de que todo está bien, de que todo está bendecido y que no hay nada que pueda hacer mal. Las casas y sus arreglos navideños, árboles cuajados de adornos. Nacimientos y pesebres. Olores y sabores a ponche y dulces, a pastel de frutos secos. A pavo horneado y a cerdo y a sándwiches salteños. Pan Wonder, pollo, mayonesa hecha en casa. El trago de güisqui que me ofrece mi hermano. El baño inmediato y el meticuloso arreglo, vestido de pantalones de mezclilla, camisa de algodón.
-¿A dónde con tanta prisa, hijo? La vocecita de mi madre.
A darle la sorpresa a la novia. Nunca le dije que vendría este año. Mamacita.
-Coño hijo ni duda cabe que pa’ pendejo no se estudia. Respondió mi mamá.
-La Carmenza, tu novia, se escapó a los dos meses de tu ausencia. Ahorita anda ya esperando cría. Agregó mi mamá.
Así es este asunto de las ausencias y las sorpresas, de los viajes en tren y las fiestas de diciembre, de los sándwiches salteños y los ponches, de los desvelos y los tacos de caviloso, y en particular así son los recuerdos y las nostalgias por el pueblo.

II
-Duerme tranquilo hijo, dice ahora mi mamá, (treinta o cuarenta años después de aquella mi tragedia) me encontré a la Carmenza hijo, bien jodida, enferma y muy vieja.
Hay mamacita, sólo lo dice usted para darme ánimos. Así son todas las madres.
-No hijo, bien que te lo digo ahora, esa no valía la pena.
Agacho la cabeza mientras le doy otra chupada al cigarro.
Y entonces mamacita, dígame usted cómo chingados le hago para dejar de sentir este dolor que, tengo atravesado en el pecho, desde aquel año y desde aquel día.


©2018 by Oscar Mtz. Molina

No hay comentarios: