Me acabo de enterar que una amiga mía ha superado su miedo a las ratas y está más que contenta. No puedo evitar imaginarla frente a frente con uno de estos roedores, dispuesta para el duelo. Los padrinos de mi amiga son un par de gatos callejeros, sin raza definida, pero bien curtidos en esas andanzas; la rata simplemente se hizo acompañar de un par de anónimos y oscuros habitantes de las alcantarillas. Una vez acordadas las condiciones del enfrentamiento, los padrinos animan a las contendientes y se hacen a un lado. La rata —flaca, correosa, enorme, de pelos relamidos— fija su mirada huidiza en mi amiga, que no se amedrenta y crispa con seguridad los puños. A una voz, caminan de espaldas, enunciando en voz alta cada uno de los doce pasos acordados —¡como si se tratara de tirar un doble penalti en un partido de fútbol!—. Al finalizar el conteo, la mirada de una clavada en la otra, gesticulan, oran a sus dioses protectores, lanzan un grito de guerra y, a toda velocidad, corren en dirección al enorme trozo de queso gruyer que aguarda en el centro de la mesa.
2 comentarios:
Con lo que me encanta el queso :)
Ya somos dos. ¡Saludos Laura Elisa!
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