Recorro los pasillos del hospital y a mi paso se asoma la calma.
¡Soledad y silencio!
Para ser lunes todo se pinta de vacío
Se respira el miedo detrás de los ojos
Uno a uno con la ansiedad de saberse íntegro
Uno a uno con la pena de conocerse vivo
La señora de los churros, justo a la entrada del hospital, me saludó esta
mañana, igual como lo hiciera hace diez días, o hace dos meses, o dos años, o
toda la vida.
En la charola, perfectamente alineados los inquietos churros cubiertos de
azúcar.
¿Serán buenos para el susto?
Pregunté a la ventera
Y ella respondió a bote pronto
Son mucho mejores que el bolillo
Pero a pesar de la seguridad en su respuesta, ambos sabemos que no es
cierto
La naturaleza del bolillo no tiene comparación alguna.
La sala de espera de laboratorio y rayos equis, habitualmente nutrido
enjambre, luce ahora con la pasmosa soledad de una tarde triste de domingo.
Autómatas vamos de uno a otro lado.
Nos asumimos estructuristas expertos, revisamos esta o aquella grieta en
la pared de tabla roca.
¡Percutimos con los nudillos!
Alzamos la vista y estudiamos lámparas y rejillas de los ductos de
ventilación
Revisamos pasamanos y escaleras.
Asentimos con movimientos de cabeza ante la integridad de los muros de
carga
Cuidadosos saltamos sobre los pisos con losetas removidas.
Entre dientes nos revisamos el alma, asumiendo que, tiene también,
profundas cuarteaduras.
Me asomo por ventanales de pasillos
Fuera poco ruido de autos circulando, el estacionamiento con apenas unos
cuantos vehículos.
Los árboles con hojas y ramas quietas
¡Dios! Ni siquiera el viento se atreve en este día
Te respiro y me respiras
¡Suspiro!
En los aparatos de televisión, promocionales del nuevo ciclo de la
empresa
Las notas y noticieros callaron después de tanto ajetreo
Mi mujer mensaje tras mensaje interrumpe mis pensamientos, trayendo de
vuelta mi conciencia
Las escuelas seguirán cerradas
En la Condesa siguen los escombros
En la Roma desalojos por alto riesgo
Se apagaron las sirenas de ambulancias
¡Qué tembló de nuevo!
La alerta sísmica se dispara de nueva cuenta, anda más nerviosa que
todos nosotros juntos
En la ciudad apenas asoma el sol, su rostro
En la torre de Pemex amenaza de bomba, y el desalojo
¿Qué más sigue?
Ahora entre tantas angustias soy quizás de los pocos mortales que,
piensa y cree a pie juntillas, que la boca de Michelle Pfeiffer, Emmylou Harris
o Monica Bellucci son las puertas más perfectas para llegar al cielo.
El resto, sensibles, se santiguan
2017 By Oscar Mtz. Molina
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