A prime facie
y, a pesar de que la medicina y la literatura son dos artes catalogadas como
“humanistas”, suelen parecer contrapuestas. Sin embargo, a lo largo de la
historia humana, ambas disciplinas se llevaron muy bien. Baste con nombrar a
Hipócrates de Cos quien, además de ser considerado “Padre de la medicina”,
también fue el primer hombre que supo empuñar con igual destreza la pluma y el
bisturí.
Pues bien. En este volumen, al que los lectores van a
acceder, nueve médicos mexicanos demuestran con singular pericia que ambas
disciplinas conforman una simbiosis tan particular que, aquellos que podemos
especular un poco más, nos imaginamos una mutación temporal en la que el
individuo usa la pluma con la misma habilidad que el bisturí e interviene en
las palabras como si fuesen un cuerpo humano para modificar su “anatomía”
(valga la metáfora) y así dotarlas del sentido lúdico que ofrece la lectura.
No es la única particularidad del presente libro. El género
que han elegido para componer sus textos, más allá de lo que dice la academia
acerca de su difusión, es uno que viene (también) desde los primeros años de la
historia. Es verdad que se trata del género de moda, pero no es menos cierto
que 1500 años AC, ya se escribían textos mínimos que contenían en su corpus
todos los elementos que más tarde seleccionarían los estudiosos para
fundamentar el canon de la narrativa hiperbreve. A quien dude de ello, lo
remito al libro El bosque de la risa
de Feng Meng Long que data de la Dinastía Ming, que reinó en China por aquellos
tiempos.
No entraré aquí en consideraciones de tipo académico sobre
el microrrelato (o minicuento, microcuento, cuento ultracorto o cualquiera de
aquellas denominaciones en las que los eruditos no terminan por ponerse de
acuerdo). Baste decir que es un texto que, contrariamente a lo que piensan
muchos lectores (y no pocos escritores) exige mucha concentración, mucho trabajo de
“corte y corrección” (frase acuñada por algún tallerista literario) y a veces
se prolonga en el tiempo. Y sin embargo, no todos lo logran. Parece fácil pero,
cuando evaluamos todo lo que se produce y se publica nos damos cuenta que no
todos los textos tienen el valor artístico que transforma a unas cuantas
oraciones en un buen microrrelato.
México es uno de los países americanos con mayor desarrollo
de este tipo de microtextos que se caracterizan por su lectura rápida y la
necesaria complicidad del lector. Entonces, no debería extrañarnos que un grupo
de escritores mexicanos se reúnan para un colectivo de microtextos. Lo que sí
resulta llamativo es que los nueve integrantes de esta obra no solamente sean
escritores sino que también son médicos.
Y entonces nos encontramos ante este volumen que, por
merecimiento propio, está destinado a ganarse un importante lugar en las letras
vivas de México.
Hasta que este original llegó a mis manos, sólo había leído
textos de Ortiz Soto, Pedraza y Tena; entonces, la curiosidad de leer micros
que habían sido escritos por otros colegas que no conocía me sirvió de acicate
y en cuanto comencé con la lectura ya no pude parar. Y la verdad es que fueron
las horas mejor invertidas en varios años. Rubén García García, Diana Raquel
Hernández Meza, Hilario Martínez Arredondo, Óscar Martínez Molina, José Manuel
Ortiz Soto, Alfonso Pedraza, Victor Hugo Pérez Nieto, Elizabeth Pérez Ramírez y
Paola Tena nos entregan una selección de textos que, sin lugar a dudas, merece
ocupar un lugar destacado en nuestras lecturas cotidianas.
El conjunto de textos es sólido y seguramente hará las
delicias de aquellos que accedan a este libro.
En síntesis, una excelente colección de microrrelatos que
seguramente habrá de complacer a los lectores, después de haber producido
placer lúdico en cada autor. Al final de cuentas, esas y no otras, son la
misión esencial de la literatura.
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