martes, 10 de septiembre de 2013

Monólogo

Por Asia llegamos a Europa montados en ratas. Nuestro paso dejó huellas por el número de vidas que segamos. Qué grandes nos sentíamos al conducir a millones de roedores. La sangre de la rata era amarga y la del humano dulce. Por cada familia, sólo quedaba la mitad para contarlo. Si Atila fue el azote de Dios, nosotros lo fuimos de los hombres.

2 comentarios:

josé manuel ortiz soto dijo...

Doc: muy bueno. Si no supiera de la peste, también funciona: me imaginé montando ratas.

Un abrazo.

sendero dijo...

Terrible historia la de la peste. un abrazo