miércoles, 18 de septiembre de 2013

La residencia: (III) La presentación



Aquello no fue una coincidencia, como llegué a pensar entonces. Porque uno como cualquier Juan Preciado, ignorante del terreno que pisa por primera vez,  y con la necesidad de asirse a un trozo de seguridad cree en presagios o en las buenas intenciones de lo desconocido. Por eso, nunca estuve más cerca del misticismo que en ese instante en que, completo extraño, llegué con mis cartas de presentación al hospital Regional del ISSSTE de León, Guanajuato. No habían transcurrido cinco minutos de charla con el Jefe de Enseñanza, cuando se puso de pie y salió gritando de la oficina como un desquiciado:
¡Doctor Coordinador de Pediatría! ¡Doctor Coordinador de Pediatría! se oía su alarido detrás del doctor aquel que, sordo, se alejaba por el pasillo.
Nunca sentí tanta angustia como en ese instante en que los gritos del Jefe de Enseñanza llegaban a las orejas de mi futuro jefe convertidos en marejadas de silencio. De alguna manera, justifiqué mi nerviosismo, será con este tipo de gente con quien tendré que tratar de ahora en adelante.
Mientras la voz del rústico vaquero Jefe de Enseñanza tomaba un caballo imaginario y salía a todo galope en persecución del fugitivo Coordinador de Pediatría, gritando: ¡Alto ahí o disparo, hijo de tu puta madre! ¡Alto o disparo!, me puse a rezar, esperando un desenlace de película de los hermanos Almada.
Media hora después, vi llegar al cowboy de hospital platicando animosamente con el narigudo doctor de pediatría. Para no caer en indiscreción alguna, discretamente me apreté las orejas como si estuviera en el confesionario, y me sumí en la interpretación mental de la canción “Los tres cochinitos” de Cri-cri. Acababa de llegar a aquel lugar y deseaba permanecer imparcial a los acontecimientos que me rodeaban. ¡Ya llegaría el momento de tomar partido o partir madres!
Luego vino la presentación de rigor.
Mira, Fulanito, éste es zutano, tu nuevo residente, sería bueno que de una vez estén en contacto (¡mientras no sea sexual!, me asusté), así que, por qué mejor no lo llevas a dar una vuelta por el hospital para que lo conozca, para que en una semana, cuando comience su residencia, no esté tan norteado, ¿digo, no? Y hay nos vemos, pues yo voy a seguir rolándola por ahí...

Y teniendo como fondo la famosa obertura Guillermo Tell de Rossini, el vaquero Jefe de Enseñanza desapareció delante de una polvareda.

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