domingo, 2 de septiembre de 2012

Servicio Social: (1) La llegada


Todos llegan por el mismo camino. El frío oscuro de lo desconocido fue la señal para que se levantara precipitadamente del asiento, corriera trastabillando por el pasillo congestionado del autobús y, sin aplastar ni un pollo, alcanzara la puerta justo en la parada del pueblo.
¾¡Bajan en Donicá! ¾grita un joven flaco, a pesar de que tres pasajeros descendían tranquilamente.
Allí estaba a media mañana, detenido en el tiempo a orillas de una carretera, sin saber para dónde caminar, buscando desesperadamente las siglas salvadoras: “S.S.A.” Secretaría de Salubridad y Asistencia.
¾Perdone... ¾se dirige a una de las mujeres que acababan de descender del autobús. La mujer señala un camino de tierra roja; luego le ofreció una sonrisa de topo tímido.
―Allí donde se ven aquellos árboles y la antena. Ahí está la clínica que busca.
El mapa del Estado de Querétaro que consultó debió estar equivocado. Según aquel, la clínica se encontraba al pie de la carretera Temascalcingo-Amealco. Se sintió decepcionado.
A sus recién cumplidos veinticuatro años, el médico pasante en servicio social de Donicá, se echó a caminar cuesta bajo por la carretera roja. No está convencido que ese camino lo lleve al que será su hogar por el próximo año. Camina arrastrando los pies, la mochila le pesa, siente bajo los tenis las piedras granulosas de la recién mantenida carretera. Se llamaba José Manuel y es originario de Jerécuaro, Gto., pero en esta historia prefiere no ser nadie. Apenas ha caminado cien metros y la angustia lo invade, se decepciona sin saber por qué. Quizá porque el camino rojo parece no terminar, perdido entre curvas y arboledas. A pesar de ser mediodía, un frío intransigente cala, maltrata. La distancia se prolonga más allá del río, entre otra curva y más árboles.
¾Perdone... ¿la clínica? ¾la mujer, indiscutiblemente otomí, por su indumentaria, apenas si presta atención al estúpido joven que se cruza en su camino. Y sigue su marcha precipitadamente.
¾¡Chinga tu madre! ¾musita casi en silencio, invadido por una oleada de furor. Quisiera gritarle que ¿acaso no sabía que él era el nuevo médico pasante de la comunidad?, que ya tendría necesidad de consultarlo y entonces vería, hija de su pinche madre. Pero no fue solo el furor lo que le invadió: éste llegó y desapareció como si no nunca hubiera existido, como una simple oleada intempestiva que invade, pero que se disipa al poco tiempo. Y nuevamente, en su reciente llegada, se sintió solo y vacío; incomprendido. Solo y su alma; desahuciado, con la necesidad de abrir aún más los ojos y comprender el medio que lo rodea. Con ganas de despertar del sueño apenas iniciado y saber que no era este el sitio al que lo habían asignado por un año.
Al salir de la curva, ochocientos metros adelante, apareció el cono rojo característico de las bodegas Conasupo, supo que ahí, por todos los demonios, estaba la clínica, entre pinos temblorosos, agitados tempestuosamente por la brisa emanada de la presa Santiago Mexquititlán.
Y por primera vez, en los diez minutos que llevaba en la comunidad de Donicá, tuvo un instante de calma.
 
Imagen tomada de la red.
 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

El inicio, la puerta, ese limite que nos ayudará a mirar al pueblo con intimidad... te sigo... un abrazo