El filo del machete reverberaba a la luz vieja del sol. Había diez en fila frente al ejecutor, brazos atrás y sujetados de las muñecas. La cabeza de los primeros ocho permaneció prendida al cuello. Al noveno lo cercenó cuando imploraba, mas seguía insistiendo, hasta que tocó su frente y la testa rodó, enrojeciendo el polvo del camino. Al décimo lo dejó ir para que pregonase.
1 comentario:
Realidad terrible, Rub. De esas cosas que quisiéramos fuera fantasía.
Saludos.
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