Algunas fábulas hacen mención de la famosa piara de Epicuro, exaltándola como ejemplo al ocio y a la buena vida. Hace no muchos años, el escritor Augusto Monterroso tuvo
a bien llevar más lejos su historia: o sea, hasta la casi inmortalidad del
maldito puerco, que para desdicha de sus detractores, nunca fue sacrificado y
terminó sus días en una cama de hospital, víctima de un infarto al miocardio,
aterosclerótico e hipertenso —es más, hay quien afirma que también
era diabético.
Pero esta historia (la que yo cuento) no
sucedió en la piara de Epicuro (según Esopo o Monterroso), sino en los corrales
de un conocido hospital de la ciudad de León, Guanajuato, cuyo nombre no
pronuncio por recatado temor a represalias. La vaca , culta como todas las de su especie, no
teniendo en qué ocupar su tiempo libre, aprovechaba la sobremesa para repasar
lecturas grecolatinas. Pero su temor no era menos cada mañana al ver aparecer al
maestro de cocina (sonrisa pícara y descuidada, como todos los engendros
de su especie), que vertía en su comedero verde y fresca alfalfa, empapada de
rocío. “Llegará el día en que este maldito...” filosofaba la bestia, y veía como su cabeza (ojos
pelones, lengua de fuera) rodaba por el piso, inmersa en un mar de sangre. Pero
luego, pasado el susto, sumergida en la despreocupación y el valemadrismo
burocráticos, prendía el televisión, escuchaba música pop y visitaba con regularidad la alhacena: “Sólo como entremés, en lo que llega la hora de la comida...”.
En otras ocasiones —en el colmo de la pedantería o la familiaridad—, la vaca gustaba de asomarse al comedor a disfrutar del
espectáculo de médicos y enfermeras solazándose en un alimento más propio de sus
congéneres rumiantes que de la peor ralea humana.
—¿No es desagradable? —vociferaban,
rumiaban, eructaban, tragaban las papas, los chayotes, las calabazas, los
chiles, los ejotes, las cebollas, los ...
Finalmente, para no hacer más larga esta historia, considerando que la vaca había venido a formar parte del servicio
de dietología (como mascota intocable), ésta nunca fue sacrificada: falleció en un accidente automovilístico en la carretera León - Lagos de Moreno, un noche lluviosa, mientras se corría una parranda con sus cuates de Archivo Clínico.
Según los periódicos de la región, el automóvil en que viajaba el personal del ISSSTE perdió el control y volcó al alcanzar en un
cuadril a un buey que cruzaba la carretera en estado de ebriedad.
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