domingo, 18 de marzo de 2012

El Internado: (XII) El vampiro


La naturaleza vampírica del doctor SM era un secreto a voces: mientras todos en el hospital envejecían con naturalidad, él continuaba incólume en sus eternos cuarenta y cinco años. La Jefecita, enfermera decana del servicio de Urgencias dio un sorbo a su café. Elevó los ojos al cielo como pidiendo perdón, se santiguó y volvió a su narración.
            ¾Cada año es la misma historia, jefecito. Llegan los nuevos internos y no tardan en conocer al doctor SM: con su sencillez y disposición paternalistas termina siendo el confidente que necesitan para sobrevivir a este sitio injusto. Luego vendrán las correrías nocturnas por los antros de la ciudad y quién sabe qué otras cosas.
            Aquello comenzaba a preocuparme y me volví hacia las enfermeras: su silencio vino a confirmar las palabras de la anciana.
            ¾Con decirle, jefecito, que así como me ve de jodida, el doctor SM y yo somos contemporáneos. Lo conocí cuando llegó de 08, hace más de 30 años. Y véame: soy una anciana obesa y él, si no es joven, al menos sigue fuerte y conservado. Se quedó en la edad de hace quince años.
            Me aferré a la taza de café frío como a un salvavidas en medio del océano. No hacía ni una semana que estábamos en el servicio de urgencias y mis amigos se habían ido de parranda con aquel doctor. Observé el reloj que me ahorcaba la muñeca derecha: las 00:20 A.M. Posiblemente a esta hora ya se encontraban camino al otro mundo.
            Ignorante de mi angustia, la anciana prosiguió:
            ¾Pero eso no es todo. Dicen las malas lenguas que su pacto con el diablo no es lo que lo mantiene joven. Aseguran que su amistad con los internos obedece a la necesidad de nutrirse de ellos y robarles la juventud. Como ejemplo memorice la cara con que comenzó el año y compárela con el adefesio que será al terminar. Los internos envejecen prematuramente… bueno, aquellos a los que les va bien, pues otros no corren con tanta suerte. Algunos de los internos ¾los que se sienten muy carita o son medio raros— que acompañan al doctor SM de parranda ya nunca se les vuelve a ver por el hospital. A este respecto, la postura de las autoridades es que desertaron. Nosotros sabemos que no es cierto, jefecito: lo que ocurre es que el doctor SM se enamora de ellos. Sí, no se sorprenda, toma de ellos la juventud que necesita  y los va consumiendo lentamente. Dicen que cuando mueren quedan desmemoriados e irreconocibles.
            ¾¿Y nunca lo han investigado? ¾musita una voz en la que no me reconozco.  
            ¾No, jefecito. A nadie le importa. Tal parece que para las autoridades del instituto es como una especie de filtro, un regulador de médicos, porque con eso de la sobre población de profesionistas y las crisis, así conviene. ¿Quién dice que no pasa lo mismo en otros hospitales? Es mejor que el doctor SM los devore ¾metafóricamente hablando, desde luego¾ a que más delante sean expulsados. Expulsar a un interno —o a un residente— puede ser peligroso: los protege la universidad, los padres de familia, los derechos humanos... hasta nosotros los apapachamos. ¿No quiere otro cafecito?
            ¾O tal vez ustedes… echarle encima agua bendita, clavarle una estaca en el pecho... cualquier remedio contra los vampiros…
            ¾No jefecito. Esos son puros cuentos. Los vampiros modernos no sucumben por esos medios. A ellos hay que matarlos con veneno para perros, mezclado con medicamentos del sector salud.
            ¾¿Y por qué no lo han hecho? ¾vuelvo a la carga, buscando una solución.
            ¾No es tan fácil luchar contra el maligno, jefecito. ¿Se da cuenta qué pasará si el demonio lo previene y fallamos en nuestro cometido? Preferimos seguir teniéndolo de compañero. (Al cabo yo nada más vengo por las noches y cada tercer día.)
            ¡De la que me salvé!, pienso al recordar que yo no tenía guardia hoy, pero el Hijo de Puta me castigó, salvándome así de acompañar a mis amigos a la parranda con el doctor SM. Al menos aquí en el hospital estaba a salvo. ¿O no jefecita?
            ¾Sí, jefecito ¾escuché su voz, lejana, de ultratumba¾, pero ya despiértese, lo están esperando cinco suturas y tres sondas Foley. Además, urge que antes vaya al banco de sangre por dos paquetes globulares. Mire que ya lo dejé dormir una hora.


Imagen tomada de la red.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Le recrimina su propia voz interior por conspirar, vaya desfile con imágenes de una vida que nos consume.
Nuestro vampiro interno es mental, sólo ése nos puede llevar a longevidades y experiencias insospechadas.

josé manuel ortiz soto dijo...

Carlos, desde luego que todos llevamos nuestro vampiro interno -aunque sea vegetariano-, pero el personaje de esta historia está pensado en un médico gran amigo de los internos de ese entonces: Sánchez Mercado.