jueves, 25 de agosto de 2011

El Internado: (VI) Y Dios dijo: Multiplíquese la vaca (por 366 dìas)


Apretó con firmeza las mandíbulas y sus dientes se cerraron furiosos sobre el trozo de carne recién servido. La mano derecha hizo palanca ayudada por la izquierda. Dispuesto el engranaje, el cerebro ¾¡su cerebro!¾ dio la orden: ¡Preparen! ¡Listos...! y los dientes rechinaron. Los músculos mandibulares aparecieron como pequeñas hinchazones deformes sobre su cara. Las manos se extendieron y perdieron en la distancia, como estiradas por la furia omnipotente de un gigante... Sin embargo, la conjunción de física y matemáticas resultó inútil: el pedazo de carne guisado en chile pasilla resistió firme los embates. Correoso, indeformable, orgulloso, como correspondía a todo preciado descendiente de la añosa vaca que día tras día, noche tras noche, año tras año, con paródica puntualidad inglesa, era sacrificada para dar de comer, cenar, desayunar a los cientos de médicos que trabajaban en aquel hospital público.

13 enero 1988, H. G. Z. no. 27, Tlatelolco. Periódico de Internos.

Imagen tomada de la red.

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