lunes, 8 de agosto de 2011

Amada medusa


Se mueve con la gracia de un felino, sus ojos son el día y la noche, su mirada es un reto. Todo el tiempo la contemplo y si ella me tocara, sentiría el galope de mi corazón de granito.

Aquella tarde, a hurtadillas llegué a su palacio. Detrás de los guerreros dormidos le declaré mi amor. Entendió que me burlaba de ella y que mi propósito –como el de muchos de los marciales– era darle muerte. Sus pupilas encontraron las mías y quedé convertido en estatua. Ayer vino Perseo, pensé que sería transformado, como a todos, en piedra. ¡Nunca imaginé que él le daría muerte! Estoy entre cuerpos de roca y el otoño llega lúgubre y gélido. Me azota el viento frío del sur, pero ni eso puede congelar la tibieza de su recuerdo.

2 comentarios:

josé manuel ortiz soto dijo...

Rubén, poesía vuelta minificción.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

gracias Manolo