La historia de amor más hermosa que
conozco es la de aquella bella mujer que, enamoraba a los hombres hasta
emborracharlos de pasión y ya perdidos, les arrancaba los ojos con sus propias
uñas.
El cuervo, fiel amante, rebosante de
aquellos óculos manjares, lucía brillante plumaje.
Después de saciar su hambre, acurrucábase
meloso en el pecho de ella.
¡Mujer y ave!
¡Cuervo y hembra!
¡Amor ciego!
¡Cría cuervos, y vivirás eternamente!
Ella, y sólo por si acaso, mantenía
vigilante mirada sobre el pico del ave; el ave también prudente, se mantenía
pendiente de las afiladas uñas de la joven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario