Mi muy apreciado, ponderado y respetado señor Tlaloc, Dios
de las Aguas y las Lluvias, Director Honorario de la Secretaría de Agricultura
y Recursos Hidráulicos:
Tengo a bien extenderle mis más
sinceras felicitaciones por la efectividad y el buen rendimiento de la presente
temporada de lluvias, aunque no por ello dejo escapar la ocasión para externar
cierto reproche (respetuoso, desde luego), por el breve retraso con que se
presentó esta temporada. Si bien sabemos y tenemos en cuenta que cada año el
calendario pluvial se va alterando por motivos ajenos a usted, siempre queda
entre nosotros un quisquilloso resquicio de amor propio ¾y una esperanza campesina¾ que nos impulsa a olvidarnos del
pasado y esperar con anhelo y presteza cronométricos el inicio de la nueva
temporada de lluvias. Ante esta debilidad extranjera (léase puntualidad inglesa)
acepto de antemano el epíteto furioso de “malinchista”, que tanto deshonor ha
provocado en nuestra historia. Así pues, olvidando esta interrupción
insignificante, y haciendo acopio de nuestra propia filosofía nacional, no
puedo más que exclamar: ¡Vientos, Tlaloc! ¡Más vale tarde que nunca! ¡No hay
mal que por bien no venga! Y no lo digo yo nada más, pues los etíopes ya
quisieran tener —al menos
por un rato— a un dios de vuestras características,
que no se deja amedrentar por explosiones atómicas ni tormentas prefabricadas
por rancheros tejanos; a un dios a toda madre que nunca deja a sus súbditos
desamparados.
¡Vientos Tlalocman! Mis más sinceras
felicitaciones. Estoy seguro de que los campesinos de Anáhuac, de la Huasteca , etc. no tenemos
de qué quejarnos, no tenemos más qué pedirte, nos sentimos seguros de ti y
sabemos que no importa que año tras año se vacíen las presas, se sequen los
ríos, se talen los bosques (¡o que se incendien, carajo, qué más da!), porque
siempre dispondremos de tu fuerza progenitora omnipotente. Cuando la angustia
de una sequía se cierna sobre nuestras cabezas, vendrán las nubes oscuras a
atiborrar el cielo; los relámpagos cruzarán por las alturas como efectos
especiales de guerra de las galaxias y los truenos se encargarán de quitar el
sueño al cabrón más pintado. ¿Qué más da? Compa: siempre serás el mismo. Ni el
mismísimo San Pedro se atrevería a tanto, por muy frecuentes que sea sus
fiestas y guarapetas. Por ejemplo, esta lluvia de siete días seguidos, que
aunque no es torrencial, no deja de estar jodiendo bien y bonito; llueve que
llueve, se disipa, aparece el sol medio descolorido, pero un nubarrón oscuro se
le cruza provocativamente, como diciendo qué me ves hijo de la chingada, no
nada, yo sólo pasaba por aquí, y que siga la fiesta y yo mejor me marcho, dice
el sol, amedrentado. ¡Y estamos al borde del éxtasis...!
Sin embargo, Viejo Tlaloc, aquí en
confianza, quiero pedirte algo íntimo, algo muy particular, como lo que se pide
a la oreja, en un susurro nocturno... como una confidencia que se dice al amigo
a la amiga más cercano (a): me fascina la lluvia (¡soy tu fans!, ¡está de
poca!), me gusta humedecerme bajo tu sombra (y mejor si es en compañía de una
mujer), pero en este lugar no tan remoto de la civilización (?), solo y mi
alma, con tendencias depresivas y suicidas, leyendo al buen Baudelaire en sus
“Splin”, amoscado, esperando el momento en que la luz se vaya
definitivamente... Y por si esto fuera poco (¡porque esto es soportable!, o sea
romántico) está el techo de la clínica de salud que parece harnero: y ahí me
tienes recorriendo la cama del cuarto del médico a la cocina, llevando el
escritorio al baño, ocultando mi ropa bajo la mesa del comedor y luego
sacándola porque la corriente amenaza con arrastrarla; amontonando mis
preciados libros en una olla exprés, subiéndome a las sillas para que las
pirañas no me devoren los pies, tiritando, contemplando peces que Eréndira
jamás alucinó. Es más, en este instante he pedido prórroga a un cocodrilo
que se hallaba ansioso por comerme un hueso. A pesar de todo el pesimismo que
me envuelve, aún tengo esperanzas...
Querido Tláloc: ¿Sería mucho pedirte
que intercedieras por mí ante otros dioses (sé que tu jurisdicción no es el
Olimpo, pero…) para que me envíen un polivalente o un monovalente? Quizás te
sorprenda mi súplica tardía, pero te equivocas: no soy como la cigarra, porque
ésta cuando menos sabía cantar y yo tengo una voz desastrosa. El asunto es que
quizás ha habido un malentendido ante los dioses y el informe de conservación
de la clínica que mes a mes envío por allá (al Olimpo de San Juan del Río)
nomás nunca llegó. Quizás sea asunto de burocracia o de enemigos poderosos. Sin
embargo, para que veas que no soy tan egoísta, tan egocentrista, y que comprendo
socialmente a la burocracia, ya no pido solución a todos mis problemas, pero espero
que esta misiva sirva para que le eches una mano al pasante que vendrá en ocho
meses; por mí, no te preocupes, no hay pedo: apenas me quedan las manos para
terminar la redacción de esta carta...
P.D.:
Si no es mucho el encaje, aprovecho para pedirte una recomendación ante la
diosa Cloaticue. Avísale que llego antes de las siete p.m.
Imagen tomada de la red.
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