Al Dr. Miguel Gómez Díaz
Supervisor Médico, Amealco, Qro.
El pequeño refrigerador entreabrió su hocico rectangular y
dejó escapar un vaho gélido que, por un instante, convirtió a la clínica en un
inmenso frigorífico de carnes argentinas.
¾¡Buenos días! ¾bostezó, sonrió, saludó al supervisor
médico que horrorizado veía cómo una manita de cerdo a la vinagreta salía desde
el fondo y lo estrechaba, palmeándolo amigablemente¾. ¡Su presencia en el centro de salud es
un honor, señor doctor! ¡Esto hay que festejarlo!
Y yendo de las palabras a los hechos, el
refrigerador extrajo un par de botellas de vino blanco, las que descorchó magistralmente
y ofreció al pasante y al supervisor médico. Cuando las botellas fueron
vaciadas, el refrigerador dispuso fuera de sí (en una práctica moderna y
versátil que lo convertía de guardián de productos biológicos a frigobar-mesa
de centro) un kilo de carne para asar, un cuarto de tocino ahumado, tres
chuletas de cerdo frescas, 300
gramos de chorizo casero, kilo y medio de tortillas de
harina Mamá Alejandra, 250 g
de crema el Sauz, 150 g
de queso ranchero, 500 g
de queso manchego (ambos San Juan), un litro de leche Alpura 2000, cuatro
sidrales Mundet, siete cervezas Modelo de lata y tres XX Lager, dos mangos (uno
a medio mordisquear), medio racimo de uvas sin semilla, seis limones, dos
jitomates, un racimo de cilantro, cuatro chiles jalapeños, una cabeza de ajo,
un frasco de salsa para spaghetti, un vaso de mole Doña María... que el excelente
cocinero que era el médico pasante agradeció, listo a preparar una
abundante comida.
¾Espero que disculpes lo frugal de mi
despensa ¾dijo sentidamente
el refrigerador, ruborizando su blanca-gris-escarapelada superficie¾. Tú sabes, Miguel, que ya es media
semana... y que, con el sueldo miserable que se paga a los pasantes, uno se
tiene que apretar el cinturón.
Rendido ante tan amable cordialidad, el
supervisor médico fue incapaz de rechazar el almuerzo.
Y amablemente, con la cordialidad
característica del buen anfitrión homérico, se invitó al supervisor médico a
degustar la apetitosa comida, que el médico pasante había servido. ..
El supervisor Miguel Gómez, ante tanta
amabilidad desbordada a su persona, fue incapaz de rechazarlo.
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