Esa noche la telaraña atrapó luz de luna y convirtió su seda en plata. La orgullosa artífice, cautivada por el nuevo aspecto de su obra se posó en el centro de la red y fue fácil; bastó un disparo de mi larga y viscosa lengua.
¡Qué delicia de araña!
No hay comentarios:
Publicar un comentario