sábado, 24 de octubre de 2015

El asilo en la montaña


En nuestro último viaje, acudimos a un templo religioso que se encontraba parcialmente en funciones, ya que en la actualidad era una atracción turística con visitas guiadas supervisadas por los propios monjes; mismos que nos dieron una breve lista con las recomendaciones de seguridad que debíamos de seguir durante el paseo: cómo sujetarnos del barandal, no separarnos del grupo, etc.
Lo que hace especial a este templo, es el hecho de que parte de su estructura se encuentra dentro de un sólido monolito, adaptado a un sistema de túneles misteriosamente excavados hace cientos de años. Descendimos por una escalera, esculpida de manera grotesca en la piedra, que nos llevó a un complejo laberinto que iba a desembocar en unas catacumbas subterráneas, frías y húmedas, saturadas del eco infinito de las gotas de agua trasminadas desde la superficie. Al término del oscuro recorrido, en lugar de dirigirme a la salida como todos los demás, mi atención se centró en una rampa que conducía a otro grupo de habitaciones de distribución caótica, propiamente en el monolito e iluminadas con luz natural, que en su interior contenían varias camas de piedra. Se trataba de un sitio de reposo para enfermos terminales abandonados.
Gracias a nuestro actual sistema de salud, quienes padecen una enfermedad terminal y no cuentan con suficientes recursos económicos, pueden ser egresados del hospital por máximo beneficio. Pero en la mayoría de las ocasiones, nadie acude buscarlos. A las familias les resulta más barato cambiar el número de teléfono, o incluso cambiarse de casa, que sostener a un enfermo crónico; es como si huyeran de un monstruo.
En este lugar del monasterio, los enfermos terminales reposan en sus últimos momentos de vida, están en paz, no hay ruido que los altere, sólo la voz de la naturaleza; tampoco hay pertenencias, todos cuentan con la misma cama de piedra, un colchón de paja y una manta de costal, recibiendo una grandísima muestra de caridad por parte de los monjes.
A punto de terminar el recorrido clandestino, mi atención se centró en un hombre que estaba aislado de los demás, sentado en la orilla de la cama y mirando hacia el exterior a través de una de las ventanas; para mí fue una gran sorpresa encontrar ahí a mi maestro de la facultad de medicina, el más brillante, el más admirado por todos. Víctima de demencia a sus 55 años, sin familia, ya que dedicó su vida a la enseñanza, rondaba por el lugar brindando apoyo a los enfermos en sus escasos momentos de lucidez, esperando a ser contagiado por la muerte que circundaba el asilo.

Lorena Noriega-Salas.

miércoles, 7 de octubre de 2015

In xochitl - In cuicatl


Pintura: In xochitl - In cuicatl (Flor y canto)
Pintura extraída de una visión representando cantos tan hermosos que se materializan en flores...

Mario César Guerra Figueroa. Pues soy un hombre sencillo de 30 años que desde niño quiso ser músico o médico, al final se lograron los dos objetivos en armonía. Siempre me llamó la atención plasmar ideas en papel; poco a poco se fueron adquiriendo y perfeccionando técnicas de dibujo y posteriormente acuarela. Hasta ahora continuo en ese camino de autoconocimiento y expresión a través del arte de la medicina, música, pintura, fotografía y el diario vivir.