domingo, 25 de septiembre de 2011

El Internado: (VIII) Tocoférico

Como en una noche de tantas, nuevamente, la Tocoférico se encuentra en embotellamiento de mujeres parturientas. Gritos aterradores, movimientos desarticulados, plegarias al Divino...
Luego, por un momento, todo parece volver a la calma: los Becancitos se adormilan; unos añoran sus hogares; otros recuerdan experiencias placenteras. Pero solo es un instante, porque el grito aterrador vuelve a la sala. El Becancito, sobresaltado, se incorpora y se dirige al foco de alerta e introduce su mano experta.
¾¡Dormilón a labor! ¾lanza un grito de angustia, un pedazo de su cuerpo por la boca.
Y es el caos.
¾¡Puje! ¡Puje! ¡Puje! ¡Así! ¡Viene! ¡Viene! ¡Izquierda...derecha! ¡No lo suelte! ¾suplica el Becancito a la madre.
Y así termina mi relato sobre la llegada de un nuevo ser a este mundo de infelices e ilusiones.


Fernando A. D. Febrero 1988. Periódico de Internos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Celedonio

Celedonio era mi vecino, y su trabajo era la aplicación en las paredes de las casas de un insecticida muy tóxico que se le conocía por sus siglas: DDT. También tomaba muestras de sangre a todos aquellos que tuviesen fiebre. Iba con su bomba sobre la espalda, caminando entre maleza, lodo, sol y lluvia, recorriendo muchos kilómetros diariamente.
—Estamos bien tapados doctor, imagínese que la gente no quiere cooperar y no deja que le piquemos el dedo para sacarle una gota de sangre y ponerla en la laminilla.
— ¿Por qué no quieren Loño?
— Usted cree, dicen que el gobierno, les va a vender su sangre.
Me quedé pensando, en la burrada que decían los indígenas, pero detrás de tal expresión está el resentimiento y la desconfianza.
Renunció a su trabajo porque había perdido deseos y el color de la piel parecía un pan mal cocido. Y fue lo mejor que hizo. Platicábamos con familiaridad, después me acompañaba a lugares alejados para visitar algún enfermo en recompensa le atendía a sus hijos. Pero lo mejor que sucedió es que nos hicimos amigos.
— Va a ver doctor que antes de tres meses, tengo mi casa.
Celedonio cumplió a los tres meses había hecho su casa, él con una carretilla traía la piedra de la cantera y cuando hubo reunido la suficiente empezó a levantar paredes: dos cuartos, una cocina y letrina.
Otro día en el camino me dijo que aprendería talabartería para hacer ajuares para los caballos y los jinetes. De los olores que recuerdo, fue el secado de las pieles, el aroma es penetrante, insidioso. Aprendió la artesanía sin que tuviese maestro y luego alzó otro cuarto que fue su taller.
Años después me cantó que su pueblo debería de tener agua entubada. Sin ser autoridad, y organizando a las familias, llevó agua de la montaña a su pueblo.
El mundo y México tiene muchos de esos y sucede que quienes están arriba, en el poder, los ignoran. O todavía peor: los matan.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El Internado: (VII) Periodo expulsivo


EN LA SALA de expulsión me encuentro hoy
esperando la llegada, el momento,
en que pronto brotarán recién nacidos
tras dolores de mujer en pleno parto.

Pasarán a través del borrado y dilatado cérvix
bañados por el líquido del amnios
y gritando por salir transvaginados
llorarán en las manos del pediatra.

No obstante no cesan los dolores:
sigue en trance ese útero contráctil
que arroja al exterior ya su placenta
llora triste por el DIU que lo atraviesa.


Rodolfo Hau, MIP. Enero 1988. Periódico de Internos.